Podría haber seguido devanándome los sesos durante mucho tiempo, dándole vueltas a la cabeza, con una idea tan rocambolesca como suponer que hubiese sido de 'El Gran Lebowski' de haberla protagonizado una mujer; y de repente llega Netflix para hacer mi fantasía realidad, adobándola con el ingrediente extra de un clímax final que parece arrancado del espíritu de 'Deliverance' (1972, John Boorman) y 'Hunted' (2003, William Friedkin), pero sin perder jamás la careta exterior de una comedia negra.
Ruth y Tony (Melanie Lynskey y Elijah Wood) son un reflejo algo más integrado en la realidad de los Dude y Walter Sobchak de Bridges y Goodman en la película de culto de los Coen: ella es una enfermera amargada y neurótica que cree que la mayoría de la gente normal es gilipollas, y él un fanático religioso que siente una obsesión enfermiza por las artes marciales. El día que Ruth deja accidentalmente abierta la puerta de su casa, unos ladrones roban su ordenador portátil y la cubertería de plata de su abuela, y Ruth -con la ayuda de Tony- no parará hasta descubrir quién cometió el hurto y por qué entró en su hogar.
Joel Coen aseguró en su día que la intención de 'The Big Lebowski' era reproducir el mismo esquema de la novela 'The Big Sleep' de Raymon Chandler, y escribir una historia que avanzara en episodios e introdujese nuevos personajes para tratar de resolver un misterio donde, al final, nada tuviese importancia. Esa es la regla fundamental que sostiene los tres relatos: el de Chandler, el guión de Ethan y Joel Coen, y este debut en la dirección del actor Macon Blair.
A pesar de lo que su premonitorio título pueda hacer creer, 'Ya no me siento a gusto en este mundo' continúa siendo uno de los más eficaces antidepresivos que ha parido la plataforma Netflix junto con la también brillante comedia de humor macabro, 'Mr Right' de Paco Cabezas.