Película que promete en un principio por la dirección de Takashi Shimizu pero que, salvo por algún punto muy aislado, es más del montón y no llega a aterrar, salvo quizás aquellos no experimentados con el cine asiático.
Planos que recuerdan a la maldición, flashbacks, giros de guión y otras marcas de la casa que son predecibles si uno ya ha visto unas cuantas películas del género pero que son adecuados en su gran mayoría. Aún así, dentro de este género tan explotado, no es para nada de las peores (y tampoco de las mejores).
La música está muy lograda en conexión con la película, las interpretaciones son correctas aunque tampoco como para premiarlas y del buen puñado de sustos plasmados, alguno que otro acaba consiguiendo su objetivo. En definitiva una buena película, pero que no pasará como la mejor de su género en ningún momento.