Un entretenimiento que da justo lo que transmite e incluso más. Vi la película con cierta pereza, porque es una saga que ya aburre después de tantas entregas y porque su duración peca de excesiva, pero acabé encontrando algo mucho mejor de lo que esperaba, y desde luego más fresco que la saga principal. Quizá si me hubiera parado a mirar el reparto bien me hubieran dado más ganas de verla. Por un lado Dwayne Johnson, garantía de palomitas, y por otro Statham, con el cual se acaba completando el rollo de Buddy Movie que acompaña a toda la película. El reparto lo completan nombres como Idris Elba, bien en cualquier papel que le metan, y Vanessa Kirby. Cuanto menos un casting para el optimismo.

Ahora bien, ni nombres ni nada, estamos ante una película estúpida como pocas, con la cual, no me escondo, te ríes con ella y muchas veces de ella. La primera hora es divertida por la pareja protagonista, pero la película mantiene unas dosis de coherencia. Tras alcanzar el primer gran clímax, al finalizar esa hora, entramos cuesta abajo en un mundo de estupidez como pocas veces he visto en los últimos años en una película de acción que hace que Hobbs y Shaw nos deje más cerca que nunca de tener Hot Shots 3. La jaca de mitad de película con un ejercito de wrestlers samoanos no es más que la punta de un iceberg que nos llevará por unas persecuciones motorizadas absurdas que evocan a Mad Max pero que en el fondo son marca de la saga, formando ciempiés de coches que se enganchan unos con otros, y donde las leyes del espacio tiempo no parecen regirse en la película. A veces de día, a veces de noche, este spin off de Fast & Furious es tan -no tan conscientemente- cómico que te transportará a la época de las mejores peores películas de acción ochentera.

Así que sí, quedé sorprendido por lo estúpido que se vuelve todo, y de alguna manera lo abracé y acabé encantado. Sólo por estridente merece la pena.