Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Cinemagavia:
8
Drama El futuro del último pub que queda, The Old Oak, en un pueblo del noreste de Inglaterra, donde la gente está abandonando la tierra a medida que se cierran las minas. Las casas son baratas y están disponibles, por lo que es un lugar ideal para los refugiados sirios. (FILMAFFINITY)
15 de noviembre de 2023
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Tríptico de la Inglaterra actual

En 2016, Ken Loach daba inicio a una tríada de películas ambientadas en la misma zona de Inglaterra. Películas que reflejan problemas actuales de la clase obrera y denuncian, mediante los problemas concretos de los protagonistas, las grandes taras del sistema capitalista. En Yo, Daniel Blake, la primera de estas obras, el gran enemigo era el Estado y cómo este puede dejar en la estacada al individuo de la forma más inhumana. En Sorry we missed you retrató el impacto que la precariedad laboral tiene en las familias de clase media-baja, y de cómo las últimas tendencias tecnológicas no hacen más que empeorar la situación e ignorar todo aquello que el movimiento obrero consiguió décadas antes.

Ambas películas comparten con El viejo roble muchos aspectos formales y estilísticos: inicios con una confrontación en voz en off, reparto de actores no profesionales, y un guion de Paul Laverty, colaborador indispensable de Loach desde 1996. Esta última película destaca por ser la más ambiciosa de las tres. Además de la más coral, pues la comunidad, la tolerancia y la solidaridad son los temas omnipresentes entre los que la película se mueve.

La situación socioeconómica ha cambiado desde que Loach rodó sus primeras películas, pero en El viejo roble su acercamiento a las problemáticas sociales inglesas resulta tan necesario como entonces. Aunque el director ha soplado sus 87 velas este 2023, su cine social se ha adaptado con éxito a las circunstancias actuales. Los problemas no distan mucho de los de hace cincuenta años, pero la informatización, los smartphones y las redes sociales se han añadido al cóctel.

*De ingleses y sirios

TJ Ballantyne es el propietario de El viejo roble, el único pub que queda en el pueblo. Los tiempos en los que el salón principal se llenaba acabaron cuando lo hicieron los contratos de los mineros del pueblo. Las minas cerraron, a TJ dejó de salirle a cuenta abrir el salón para los cuatro gatos de siempre, y la decadencia del pueblo fue irreversible. La austeridad con la que están acostumbrados a vivir es la razón por la que pocos tienden la mano cuando llegan los refugiados sirios. TJ enseguida traba una amistad muy especial con Yara, una de sus nuevas vecinas. El vínculo entre TJ, Yara, y los demás refugiados está destinado a agrandar la brecha entre el barman y sus parroquianos habituales, tan resentidos como reaccionarios ante los inmigrantes.

De forma previsible, pero cien por cien coherente con el cine de Ken Loach, El viejo roble extiende puentes entre culturas y se esfuerza por dejar claro que hay más similitudes que diferencias entre los de aquí y los de allá. El gran desafío para el guion de Paul Laverty es no salirse de la fina línea que separa el realismo social del puro aleccionamiento moral. En ciertos momentos, esto segundo sucede, y uno desearía menos subrayados y más sutilezas. Aún así, El viejo roble se encuentra a sí misma una y otra vez, por lo que los efectismos del guion solo perderán a aquellos que no comulguen nada con el cine social de Loach. Ah, y a quienes no crean en la convivencia entre culturas, aunque estos difícilmente verán la película en primer lugar.

*Emociones proletarias

Buena parte del éxito de El viejo roble está en sus actores. Dave Turner como TJ ofrece una interpretación tan realista como inspiradora, y Ebla Mari como Yara es sencillamente encantadora. El resto del pueblo, ingleses y árabes no profesionales, hacen el resto del trabajo. Ken Loach busca, como en tantas otras obras suyas, la emoción del espectador y la empatía respecto a problemas propios de la clase obrera, a la que el grueso del público también pertenece. Y, aunque en ocasiones se notan demasiado las intenciones del director y del guionista, El viejo roble sí consigue emocionar.

Contagiar al espectador del sentimiento de hermandad y de entendimiento mútuo que va creciendo en el pueblo es el mayor éxito de la cinta. Y es mayúsculo, teniendo en cuenta que la sociedad actual es cada vez más individualista. Sin ir más lejos, las luchas vecinales que eran comunes en nuestro país hace décadas suenan a ciencia ficción a oídos de los que somos más jóvenes.

El viejo roble se diferencia de las otras dos últimas películas de Loach en que las anteriores señalaban aquello que funciona mal dentro de la sociedad y el sistema inglés. Y aquí, más que denunciar a un culpable, se sublima algo positivo. El conflicto está esta vez entre las propias gentes del pueblo, no en el Estado ni en una empresa. Por ello, Loach no demoniza ni a los personajes más negativos, aunque difícilmente podremos simpatizar con ellos. Los individuos nunca han sido los enemigos en el cine de Loach, y el director inglés lo deja tan claro como siempre.

*Conclusión

El viejo roble es una oda a la convivencia entre culturas y a la integración. Retrata con acierto la intolerancia y las otras barreras más comprensibles que los nativos tienen con los recién llegados. Aunque cae aquí y allá en el moralismo puro y duro, su enfoque esperanzador justifica los medios. No pasará a la posteridad como su mejor obra, pero es un legado coherente e idóneo para Ken Loach. Si es que esta es realmente su última película, que con los artistas nunca se sabe.

Escrito por Daniel Moya Calero
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow