Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Cinemagavia:
6
Drama Comienzos años 70. El pequeño Thomas vive bajo el colonialismo francés en Madagascar en una de las bases aéreas del ejército francés, donde las familias de los militares viven los últimos coletazos del colonialismo. Es un niño de 10 años que está muy influenciado por la lectura de los relatos de la intrépida heroína “Fantomette”, y observa con fascinación todo cuanto le rodea mientras el mundo se abre gradualmente a otra realidad. (FILMAFFINITY)  [+]
21 de octubre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Del yo y el fuera de campo

Ante el éxito de la autoficción literaria y teatral, el cine se asoma también a este nuevo subgénero para contar, en el mejor de los casos, no la vida de uno, sino una situación que trasciende la anécdota. Robin Campillo lo logra en su nuevo largometraje, La isla roja. Al espectador poco le importa si esto es una historia real, basada en hechos reales o en la experiencia misma de su director. Esta es su primera victoria.

La isla roja, que transcurre en un Madagascar ya independizado, pero todavía bajo influencia francesa, se centra en una familia que vive en una base militar gala que hay en la isla. Pero la vemos desde los ojos del pequeño Thomas, hijo de Colette y Robert. La mirada del chiquillo expresa la incredulidad, las dudas ante pequeños detalles que ve en su entorno: la violencia de su padre, el malestar de su madre, pero también la situación de las personas de color, las autóctonas.

La propuesta parece interesante. Los inicios prometen un fuera de campo que parece que van a coger peso. Un fuera de campo que es la historia que no se cuenta, la de la situación de los habitantes de Madagascar que, incluso independizados, tenían que convivir con algunos franceses que mantenían sus privilegios en la isla. Otro factor a destacar de La isla roja.

*Matrimonio y colonia

Pero lo que se intuye como una segunda victoria de Robin Campillo se queda en nada. En una trampa. No se va a contar la historia desde el otro lado. Una vez más es la historia de los colonos y sus remordimientos por hacer nada ante una situación que todos veían, pero parecían ignorar. Que intuían pero callaban. Una manera de flagelarse, pero sin dar voz a los que nunca se les permitió tenerla.

Mientras avanza La isla roja, Thomas ve otras cosas que se desmoronan. Otro ejemplo es la relación de sus padres. A medida que se acerca la fecha para regresar a Francia, Colette parece sentirse más incómodo con su marido. Se lo hace notar en más de una ocasión y él sigue sin entender la situación y cargándose de una violencia que se percibe en tensión, gracias a la notable interpretación de Quim Gutiérrez. La madre intenta que el pequeño Thomas no se de cuenta. Y el problema es que el realizador tampoco permite ir más allá. Como pasa con la historia de los colonizados, se queda a media, perfilada. Sin profundidad.

El realizador salta de historia en historia, con un montaje que pretende dar ritmo a unas vidas que suceden relajadas, como paradas en el tiempo. A la espera de que llegue el momento de irse. A la espera de que suceda algo. Aparecen momentos de tensión, como cuando Colette cuenta que las nativas son las encargadas de coser los paracaídas de los militares franceses en prácticas. Las caras de las trabajadoras, lo expresan todo. El espectador lo entiende, pero la tensión no estalla.

*Caminos sin terminar

Robin Campillo no alza el vuelo, todo se queda a medias. Como le sucede también a la subtrama de otro militar joven francés que se encuentra fuera de lugar con las supuestas normas absurdas de sus superiores. O como la relación entre Thomas y su amiga de escuela.

Estos dos niños comparten una afición en común que Campillo también trata de explicar, la de la superheroína del cómic que leen. Ella es Fantomette, una chica más o menos de su edad que por las mañanas va a la escuela como ellos, pero por la noche sale a combatir todo aquello que no se cuenta en el colegio sobre la vida: la delincuencia.

El paralelismo funciona. Además, queda subrayado cuando los pequeños se escapan fuera de la base militar y pasean con sus bicis por las calles y ven aquellos que sus padres no les cuentan, no les muestran. Pero una vez más, este oasis metafórico queda como una anécdota, un buen recurso. Una buena idea, solucionada de manera desprolija.

*Conclusión

La isla roja no es una mala película. Es una película necesaria, sin duda, ejercida con mucho oficio. Campillo tiene muy claro qué quiere contar y cómo. El problema es que, con la voluntad de querer abarcar, se pierde en el cruce de historias y todo se queda un poco difuso. Como cuando Thomas (o él) miraba por el cristal opaco de su habitación y podía intuir formas, personas y situaciones, sin llegar a descifrar nada del todo.

Escrito por Joan Colás Colom
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow