Es curiosa esa obsesión que tenemos con los tópicos: en España no se hace buen cine, Clint Eastwood sólo sabe hacer películas de tipo duro y la animación es para niños. Quién se moleste un poco en escoger lo que ve, sabrá que la primera afirmación es incorrecta; hace años que Clint Eastwood nos ha demostrado que sabe hacer grandes películas y en cuanto a lo último... aún falta un poco más para conseguir derribarlo (menos mal que tenemos a Pixar y a la factoría Ghibli, así como proyectos exquisitos como Mary & Max o Fantastic Mr. Fox para ir acabando con este topicazo).

El motor que mueve el mundo es el amor y el cine siempre ha sabido explotarlo y llevarlo por los senderos que ha querido. En este caso ocurre lo mismo, volvemos a ver una historia mil veces contada: dos seres de dos mundos contrapuestos se conocen, se fascinan mutuamente, surge el amor y llegan las dificultades. En este caso la cara que se nos muestra aquí es la de un amor poderosísimo: el de la amistad. Ese amor incondicional que hace que estés ahí a las duras y a las maduras y que te arriesgues a salir escaldado sólo por proteger a tu mejor amigo.

Una vez más, el cine lo consigue otra vez, contarnos lo mismo pero de otro modo, emocionándonos igual, haciéndonos reír, disfrutar y sobretodo haciéndonos sentir, porque si por algo el cine es arte es por esa capacidad de activar nuestra empatía, poner nuestro corazón en un puño y hacer de las alegrías y tristezas de los personajes las nuestras propias, sin pedir nada a cambio.

Gracias por hacerme pasar tantos momentos maravillosos y conseguir que haga míos tantos cientos de emociones y sentimientos. Merci frères Lumière pour ce magnifique cadeau.