Curiosa película de ciencia ficción firmada por un tal Michael Crichton (os suena, ¿no?) en la que se nos hace partícipes de las desafortunadas vacaciones que pasa el bueno de Yul Brynner en Dellos, un complejo de atracciones futuristas que recrea para goce y disfrute de los turistas el mundo romano, el medievo y la edad dorada del oeste americano. Esto es posible gracias a la inestimable labor de androides mecánicos que representan fielmente su papel y están preparados para satisfacer en todo momento los deseos de los clientes.
Atraído por la idea de ser un cowboy y dar rienda suelta a sus más bajos instintos sin temor a represalias, Brynner decide junto a un amigo pasar sus vacaciones en el salvaje oeste.
Todo transcurre con normalidad, es decir, tiroteos las 24 horas del día, polvetes en los burdeles, robos de bancos, peleas en el saloon, etc.- hasta que un problema técnico deja fuera de servicio a la central de control de robots comprometiendo la seguridad de los turistas e iniciándose así una pesadilla que parece no tener fin -literalmente-.

La idea es original, sin duda, y el film resulta sumamente estimulante en sus minutos iniciales, centrados en convencernos sobre las virtudes de la tecnología como medio para experimentar sensaciones de épocas pasadas y en cierta forma incluso profetizar la futura capacidad del ser humano para desafiar al pasado y salir victoriosos.
Una vez trascurrida la primera media hora, la película se vuelve rutinaria y pierde toda su frescura inicial. La falta de talento de Crichton detrás de las cámaras –en su primera experiencia como director- se une a un guión demasiado vulgar, a todas luces insuficiente. que propone situaciones absurdas, fuera de tono y perjudicadas por si fuera poco por lo chabacano de algunos decorados, mas propios de un producción modesta que de una película de tan grandes aspiraciones como esta.

Un final desmadrado, excesivo, que se alarga hasta la exasperación pone la guinda final a una propuesta sumamente interesante, que podría haber servido como reflexión sobre los límites del ser humano a la hora de controlar el paso del tiempo mediante la tecnología -algo de esto hay, si le echas imaginación- y que deja la sensación de que en manos de otro director mejor dotado podría haber dado más de si, y hablo pensando en Spielberg y su “Jurassic Park” con el que “Almas de metal” comparte bastantes similitudes argumentales al ser criaturas ambas de la genial mente de Crichton, un buen escritor pero desastroso director de cine.

Fallida a fin de cuentas