Anthony Hopkins nos regala una lección magistral de contenida pero intensísima interpretación en este sofisticado drama ambientado en la Inglaterra de mediados del siglo pasado.

“Lo que queda del día” es un film de marcado estilo británico, con una puesta en escena milimétrica y de formas y modos de una elegancia envidiable, un amaneramiento personificado en el personaje del propio Hopkins, el estirado e imperturbable mayordomo de una mansión en la que por aquellos tiempos convulsos se llevaron a cabo intrigas políticas y conspiraciones en la más alta esfera internacional que decidieron el destino de millones de personas en los años sucesivos.

Centrada en la figura del mayordomo y su distante pero afectuosa relación con el ama de llaves, la historia sobre la benevolencia con los nazis y la redención posterior queda en un segundo plano que intriga pero no protagoniza el interés del espectador.
Y es que este film (adaptación de la excelente novela de Kazuo Ishiguro) esta realizado con tanto mimo e ingenio que resulta mas interesante saber lo que ocurre entre los miembros de la servidumbre que entre los señores y caballeros reunidos en la mesa del comedor. Hopkins monopoliza las escenas en las que tiene intervención y su fuerza se contagia a una Emma Thompson que intenta en vano penetrar la defensa emocional del severo mayordomo.

Lo único que se le podría achacar al film es el exceso de metraje, sensación amplificada por el ritmo lento y pausado con el que Ivory construye la personalidad de sus protagonistas y con el que ayuda a meternos dentro de la atmósfera que transpira la película.

En definitiva, “Lo que queda del día” es uno de lo mejores exponentes del drama costumbrista británico, de una exquisitez formal digna de admiración, y que aunque en ocasiones pueda resultar algo lenta y reiterativa, cuenta con un Anthony Hopkins sensacional que nos sirve en bandeja de plata una de sus mejores actuaciones hasta la fecha, que ya es decir.