Quiero hablaros de un hombre cuya esencia se concentra en una sola palabra: Vida. De él he aprendido tantas cosas que no puedo ni siquiera asimilarlas. Era labrador, trabajaba la tierra guadaña al hombro, cuando el campo era un trabajo artesano y cada fruto obtenido era producto de jornadas interminables bajo el sol. Se levantaba a la luz del alba cargado de amor y convertía el campo estéril en vergeles de vida. En ellos pastó su primera vaca y germinó la primera patata de las miles y miles que recogería con sus propias manos. Un hombre solidario y bueno que se ofrecía además a los vecinos para ayudarles en el cultivo de sus tierras, enamorado de la gente, conversador incansable de habla sabia y pausada, alejado del vino y el tabaco tan comunes entre los hombres del pueblo.
Aquel hombre conoció en su juventud a una mujer. Y él, que podía haberse divertido con cientos, solo quiso besarla a ella. Y desde aquel primer beso nunca más habrían de separarse. No hubo ninguna otra y no hubo tampoco ni un solo segundo en el que el amor faltara entre ellos. Los recuerdo en la vejez aún como dos niños, con toda la ilusión intacta, con aquellos ojos llenos de vida, en el caserío que construyeron a base de esfuerzo y cariño. Habían multiplicado la tierra y los animales con un sudor que siempre fue alegre y agradecido. Y creció su familia hasta el último día arropada bajo el manto de aquel hombre y su esposa.
Ella se fue primero. Y todavía siento sus lágrimas porque hubo de llorarlas sobre mi hombro. Pero aún desolado y triste volvió a levantarse al día siguiente con la luz del alba para seguir amando. Y quiso vivir diez años más hasta que no amaneció una mañana cuando ya había cumplido los noventa y seis. En esta última etapa fue tal vez cuando más cosas aprendí de él. Pasaba horas y horas a su lado escuchándole. Me sentaba a su vera en la vieja cocina y seguía aprendiendo tantas cosas. Como yo muchísimas personas acudían diariamente a visitarlo por el mero hecho de compartir unos momentos su sabiduría teñida de humildad y nobleza.
Estuve con él el día antes de fallecer. Muy debilitado por su avanzada edad llevaba unas semanas sin salir de su cuarto porque había perdido mucha movilidad. Entonces desde la cama con su voz templada me dijo uno de las cosas más hermosas que le recuerdo “ahora que llega mi momento y no puedo valerme me gusta dormir porque sueño. Sueño que soy joven y que estoy segando en el monte o trabajando en la tierra”
Sí, aquel hombre era mi abuelo.
spoiler:
¿Watanabe? ¿Quién ha sido Watanabe?
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