Haz click aquí para copiar la URL
Voto de JoseManuelCampillo:
8
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amor suena a bolero, pero este Amor no lo es. Es el nocturno en Si bemol menor Op. 9 de Chopin. Melancólico y profundo como también lo era la voz de Nat King Cole.
La historia de esta película es la de una constatación: todo es mentira. La vida es la mayor mentira jamás contada; pero cuando uno se da cuenta, es demasiado tarde. Ahora bien, es una mentira que puede ser agradable o no. Eso depende de nuestra actitud.
Haneke nos cuenta la historia de dos octogenarios en el momento en el que ya no hay marcha atrás y hay que hacer balance. Ya no hay futuro, quizá un poco de presente para rendir cuentas y un pasado que sirve de bastón en el que apoyarse en esos momentos en los que la cotidianidad te aplasta con su insufrible repetición.
La vejez no es agradable. Es fea y triste, pero es verdadera. Ya no son necesarias las máscaras, ¿para qué? Es la época en la que volvemos a ser puros, cual eterno retorno, como lo éramos al nacer. Nos hemos quitado lo superfluo, la cultura y los prejuicios, y nos atrevemos a mirar a la realidad sin las dioptrías que nos va colocando el paso del tiempo. Eso es lo que nos muestran con sobriedad y exquisita delicadeza Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva).
Hay una escena al principio de la película, en apariencia superflua, que lo dice todo sobre ella y sobre las pseudoverdades de la vida. Anne se encuentra mal, Georges abre el grifo para mojar un trapo que después le va a pasar por el cuello. No cierra el grifo. Nosotros nos quedamos pendientes del repetitivo sonido que el agua provoca al chocar contra el fregadero. Estamos por decirle «por favor, ciérralo». Él, sin embargo, está ensimismado en Anne, sigue ajeno al molesto ruido. Los sentidos solo los tiene aguzados para lo que devenga de ella. Aunque se hubiera inundado el piso, no se habría dado cuenta. Porque el que ama de verdad nunca se para en lo superfluo. Solo le interesa lo importante. Y lo importante es amar, como decía el título de aquella película de Zulawski.
Otra escena que nos educa es la que se produce cuando Georges se equivoca y realiza una acción execrable. Después le dice a Anne: «Lo sieeenn..too». Y he escrito bien. Es un «lo siento» pesado y lento, como lo son los auténticos, los que salen de dentro del corazón. No es uno ligero y baladí como los que utilizan los que, en realidad, no lo sienten.
Los diálogos son sobrios y precisos. No hay palabras innecesarias. Ese es uno de los encantos de la película. Haneke sabe que cuando se analiza el sufrimiento hay que ser un buen funámbulo de la palabra. La inapropiada siempre nos acerca a la insoportable banalidad.
Posdata: No es apta para los que quieran saber en qué acaba eso tan curioso llamado vida. Ahora bien, sí lo es para los que quieran saber qué es eso del amor verdadero. Y como diría el pleonasmo, lo he visto con mis propios ojos.
JoseManuelCampillo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow