Fantástica película de Yann Samuell sobre dos vidas que nunca han estado juntas ni separadas. Me parece que Marion Cotillard está superior a Guillaume Canet, pero eso no importa porque hay una gran historia que contar. Dejo de lado en esta película los aspectos técinos, la psicodelia, las secuencias hiperlentas y los ritmos vertiginosos de cámara que acaban en un detalle, en definitiva, la estética Amelie; para centrarme en la originalidad de esta película.

Es una película que se hace mejor conforme pasan los minutos, cuando empiezas a entender el juego de los protagonistas. El importante papel que juega el orgullo en una relación, los momentos que nunca volverán. Cuando quieres decir una cosa y haces la contraria. Ni contigo ni sin ti, pero mejor contigo.

No es una película más, porque si consigues hacer una mezcla perfecta entre fantasía y realidad como esta, puedes hacer lo que quieras con el espectador. Incluso hacer dos finales, puedes conseguir que se vaya contentos cuando el final es otro completamente distinto.

Un juego de niños que acaba siendo el motivo de una vida. Porque a veces dos personas se pueden querer pero no hacerse felices. Orginalidad en la forma y en el fondo; comparten una vida, pero no sólo por amor, sino por todo lo demás: por diversión, por celos, por envidia, por vivencias, por tiempo, por malos momentos,... Sólo en ese batiburrillo de sentimientos puede entenderse el final, el final triste, los dos pierden, pero pierden juntos...al fin.

Particularmente acertada es una secuencia de lo que pudo haber sido y como pudo haber acabado todo, de hecho toda la película se basa en momentos que no han ocurrido, ¿qué estará haciendo él/ella ahora? en hablar o no hablar, en besar o no besar, en escoger entre dos opciones y siempre fallar. La gracia de la película es haber plasmado lo que realmente es la vida; Escoger una opción y siempre estar pensando en haber escogido la otra.