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Voto de Arturo Belano:
10
Drama Un importante magnate estadounidense, Charles Foster Kane, dueño de una importante cadena de periódicos, de una red de emisoras, de dos sindicatos y de una inimaginable colección de obras de arte, muere en Xanadú, su fabuloso castillo de estilo oriental. La última palabra que pronuncia antes de expirar, ”Rosebud”, cuyo significado es un enigma, despierta una enorme curiosidad tanto en la prensa como entre la población. Así, un grupo de ... [+]
25 de febrero de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo peor que le pudo pasar a Citizen Kane es quedar permanentemente rotulada con el título de "mejor película de la historia". Generaciones de cinéfilos han convertido a la opera prima de Orson Welles en una vaca sagrada o en una roca inamovible a la que uno llega con recelo y hasta con miedo. Lo majestuoso cae mal, espanta. Pero Citizen Kane no es una roca. Es una película viva, vibrante, de una exuberancia deliciosamente generosa para con uno y es una de mis favoritas.

La premisa es una épica americana, pero hace eco en tragedias de imperios pasados: un hombre criado en la opulencia que sólo busca ser amado, pero esa misma opulencia lo aleja una y otra vez del mundo irremediablemente. Pronto, sin embargo, la película sobrepasa su propia narrativa, pese a lo excelente que es, hacia algo mucho más esencial. Citizen Kane no es la "gran película americana" ni la joya de Hollywood, de hecho es anti-Hollywood desde su concepción (está realizada por una banda de outsiders liderada por Welles y sus compañeros de teatro). Podría decir que es cine como lenguaje universal, si no te parece demasiado vago.

Volviendo a ver la saga de Kane me impresionó su inagotable frescura. Desde su uso impecable de claroscuros a su sentido eléctrico de la actuación, todo en esta película habla sólo de una cosa: su frenesí bombástico, su permanente lucha por ir siempre un paso delante de uno y escaparse entre los dedos cuando uno cree haberlo visto todo. La forma en que Welles logra reproducir el tema central, la incapacidad de conocer a una persona, de forma tan puramente audiovisual y con tanta gracia es un acto de magia del que sólo son capaces los hombres que respiran cine. Welles entiende el cine como pocos. Un ejercicio saludable es ver Citizen Kane cuando uno recién se está adentrando en el cine. La decepción puede ser inevitable, pero también se va a salir con la indudable impresión de haber visto algo grande. Vuelve a verla cuando hayas visto cien y luego quinientas películas. La impresión se convierte en algo diferente porque uno es capaz de reconocerla no por su narrativa ni por su originalidad o invención, si no por su filosofía de cine.

El tratamiento de roca que se le ha dado a Citizen Kane con el paso de los años es difícil de reprochar: viene de buena fe. Después de todo es fácil admirar esta película. Es fácil diseccionarla y encontrarle todo bueno: su fotografía, su edición, su banda sonora, su guión, sus actuaciones. Puedes ir asignándole estrellas a cada detalle. Pero Citizen Kane es mucho más que la suma de sus estrellas, esto es cine en estado puro. ¿Muy vago lo que digo? Es lo que se esfuma junto con el humo de Rosebud hacia el final. Eso es.
Arturo Belano
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