Aquí nos encontramos con una historia de secretos, de emociones enterradas, de personajes distantes y fríos que no hablan de sus sentimientos ni de lo que les ocurre y que el director decide mostrar con la misma frialdad con la que viven, en una decisión coherente con la trama pero que impide que el espectador empatice ni con el drama que está viendo ni con sus protagonistas. Una opción arriesgada pero que entronca perfectamente con la más reciente obra del manchego (si obviamos el punto y aparte que por fortuna ha significado en su filmografía su comentada comedia "de altos vuelos"), desaforados melodramas hechos más con el cerebro que con el corazón, perfectos técnicamente y excesivamente teatrales que no consiguen apasionar por mucho juego cromático y excelente reparto tengan.

Una pena porque un relato como éste habría ganado mucho con algo más de calidez humana.

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