“El puente sobre el río Kwai” … “Lawrence de Arabia” … “Doctor Zhivago” … “La hija de Ryan” … “Pasaje a la India” … ¿Qué tienen de común estos cinco títulos? Varias cosas: Todas ellas están dirigidas por el realizador británico David Lean. Todas son largas, algunas muy largas. Son las cinco últimas películas de su director. Entre la primera y la última pasaron casi treinta años. Y las cinco combinan el intimismo y el cine colosalista, de gran espectáculo y de holgado presupuesto.

En 1.970 Lean creyó que iba a repetirse el éxito de “Doctor Zhivago”, rodada cinco años antes. La suerte esta vez no estuvo de su parte. “La hija de Ryan” le pilló en una época en que otro tipo de cine, nada romántico y aparentemente más moderno, estaba de moda. La crítica y el público le dieron la espalda. Nuestro hombre, uno de los directores más prestigiosos de la cinematografía inglesa, cayó en una profunda depresión y no volvió a hacer otra película, ya la última, hasta 14 años después.

Afortunadamente, y superada ya la moda setentera, el tiempo ha sabido poner a “La hija de Ryan” en el justo lugar que le corresponde: una película bellísima, en la que cada plano está medido y calculado y en el que su realizador se toma su tiempo para contar una hermosa historia de amor y pasión en uno de los parajes más fascinantes del mundo, la costa irlandesa. La tormenta que vemos en la segunda parte del film no ha sido superada. Los actores (con Robert Mitchum a la cabeza) están muy bien y todo el filme roza la maestría. El paisaje te deja en continuo asombro. No es nada fácil filmar con tanta belleza el viento, el sol, la tierra, el mar, los acantilados…Eso sí: podía haber sido más corta, pero el placer está asegurado. Cuando la vi con mis padres, en agosto del 72, en el cine Ideal de Alicante, mi padre exclamó al terminar: “¡Perfecta!”. Bueno, papá, nada es perfecto. Tampoco esta película lo es. Pero el desprecio que obtuvo en su momento no fue justo. No hay que extrañarse: en su momento no obtuvieron aprecio muchas películas hoy consideradas obras maestras, incluida la mayoría de los intocables Hitchcock, Billy Wilder, John Ford, etc.

Lo mejor.- La belleza absoluta, embriagadora, que despide la película de principio a fin.

Lo peor.- Que no se necesitan casi tres horas y media para contar esa historia; aunque es cierto que no cansa, gracias a la tensión interna que hay en cada escena.