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Voto de East:
8
7,1
19.011
Drama
Richard Jewell era un guardia de seguridad en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, el cual descubrió una mochila con explosivos en su interior y evitó un número mayor de víctimas al ayudar a evacuar el área poco antes de que se produjera el estallido. En un principio se le presentó como un héroe cuya intervención salvó vidas, pero posteriormente Jewell pasó a ser considerado el sospechoso número uno y fue investigado como presunto culpable. [+]
1 de enero de 2020
218 de 239 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende el respeto y el cariño con el que Clint Eastwood retrata a Richard Jewell, al que presenta como una persona corriente, incluso con acusadas carencias, una especie de friki de la ley y el orden que tiene idealizados a los distintos estamentos policiales. Pero al mismo tiempo alguien muy noble, siempre amable y respetuoso, que colabora y ayuda a todo el mundo, con un corazón más grande que su voluminosa figura.
La policía y los medios de comunicación, por contra, acaban percibiéndolo de un forma eminentemente negativa, como un hombre solitario, mediocre, que siempre se ha comportado con un exceso de celo cumpliendo las tristes obligaciones inherentes a los puestos de trabajo relacionados con la seguridad ciudadana que ha venido desempeñando a lo largo de su vida. Al que lejos de honrar o felicitar por haber salvado vidas en un atentado ocurrido en los Juegos Olímpicos de Atlanta, arrojan sin ningún miramiento en brazos de la siempre hambrienta morbosidad de la opinión pública al único abrigo de la sospecha de haber sido él mismo quien puso la bomba. Y todo sin pruebas de ningún tipo, simplemente porque le saltaban demasiadas costuras al entallado traje de superhéroe que en principio le concedieron, porque su mejor perfil era el de villano.
Esa es la historia que Eastwood nos cuenta, como casi siempre con su habitual limpieza, con una caligrafía impoluta, con su acostumbrada fiabilidad, de una manera fluida. Quizá sea su película más introspectiva. Trata de reflejar las emociones de Richard Jewell a través de su relación con su madre y, especialmente, con su peculiar abogado ( trufada esta de un fino humor contenido), los infructuosos intentos de éste por elevar la autoestima de su representado para que consiga superar una acusada ingenuidad que le estaba perjudicando ante la policía. Eso es lo mejor de la película, junto a la secretaria del abogado (una Nina Arianda a la que vimos hace poco en la excelente "El Gordo y el Flaco"), quien con cada pequeña intervención insufla un soplo de aire fresco.
Su acerada crítica, tanto el estamento policial como a la prensa, es presentada sin demasiados matices, especialmente en lo que respecta a sus principales artífices, un agente del FBI y una periodista a cual más ambicioso (en spoilers, comentarios sobre la relación sexual que mantienen), que abusan descaradamente de su poder, lo que a la postre constituye la mayor rémora de la cinta.
Todos sus interpretes rayan a gran altura, especialmente su protagonista, un Paul Walter Hauser que no parecía el más adecuado, sobre todo después de sustituir a un Jonah Hill (que finalmente sólo ejerce como productor) que contaba con más argumentos interpretativos, renombre y popularidad incluidos.
En definitiva, una excelente y emotiva película que seguramente pasará a engrosar la considerable lista de obras mayores de su autor, la mejor en mucho tiempo. Pero le falta rematar esa confrontación genérica, recurrente en su filmografía, entre el individuo y las instituciones, identificar los resortes de ese infame y burdo abuso de poder cometido por la policía y la prensa.
La policía y los medios de comunicación, por contra, acaban percibiéndolo de un forma eminentemente negativa, como un hombre solitario, mediocre, que siempre se ha comportado con un exceso de celo cumpliendo las tristes obligaciones inherentes a los puestos de trabajo relacionados con la seguridad ciudadana que ha venido desempeñando a lo largo de su vida. Al que lejos de honrar o felicitar por haber salvado vidas en un atentado ocurrido en los Juegos Olímpicos de Atlanta, arrojan sin ningún miramiento en brazos de la siempre hambrienta morbosidad de la opinión pública al único abrigo de la sospecha de haber sido él mismo quien puso la bomba. Y todo sin pruebas de ningún tipo, simplemente porque le saltaban demasiadas costuras al entallado traje de superhéroe que en principio le concedieron, porque su mejor perfil era el de villano.
Esa es la historia que Eastwood nos cuenta, como casi siempre con su habitual limpieza, con una caligrafía impoluta, con su acostumbrada fiabilidad, de una manera fluida. Quizá sea su película más introspectiva. Trata de reflejar las emociones de Richard Jewell a través de su relación con su madre y, especialmente, con su peculiar abogado ( trufada esta de un fino humor contenido), los infructuosos intentos de éste por elevar la autoestima de su representado para que consiga superar una acusada ingenuidad que le estaba perjudicando ante la policía. Eso es lo mejor de la película, junto a la secretaria del abogado (una Nina Arianda a la que vimos hace poco en la excelente "El Gordo y el Flaco"), quien con cada pequeña intervención insufla un soplo de aire fresco.
Su acerada crítica, tanto el estamento policial como a la prensa, es presentada sin demasiados matices, especialmente en lo que respecta a sus principales artífices, un agente del FBI y una periodista a cual más ambicioso (en spoilers, comentarios sobre la relación sexual que mantienen), que abusan descaradamente de su poder, lo que a la postre constituye la mayor rémora de la cinta.
Todos sus interpretes rayan a gran altura, especialmente su protagonista, un Paul Walter Hauser que no parecía el más adecuado, sobre todo después de sustituir a un Jonah Hill (que finalmente sólo ejerce como productor) que contaba con más argumentos interpretativos, renombre y popularidad incluidos.
En definitiva, una excelente y emotiva película que seguramente pasará a engrosar la considerable lista de obras mayores de su autor, la mejor en mucho tiempo. Pero le falta rematar esa confrontación genérica, recurrente en su filmografía, entre el individuo y las instituciones, identificar los resortes de ese infame y burdo abuso de poder cometido por la policía y la prensa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En cuanto a las criticas sobre el machismo de la cinta, sobre la relación sexual que mantienen el agente del FBI y la periodista (a la que Eastwood trata como una puta, según he llegado a leer), después de ver la película decaen por su propio peso. En primer lugar porque la relación sexual está latente desde su primer encuentro, antes del atentado, dónde ella coquetea abierta e indisimuladamente con él. Además, a nivel verbal, la relación se concreta después de que ella obtenga la información de que están investigando a Richard Jewel, por lo que no cabe interpretar que mantengan esa relación sexual como pago para obtener información, más bien como un extra a incluir en el paquete, algo que a ella le apetece.
Por otra parte, esa critica no supera la prueba del algodón, un simple cambio de roles entre los implicados. Si ocurriera al revés, si fuera una policía quien ofrece información reservada a cambio de sexo, también criticarían al director por machista, incluso con más motivo. Pero nadie critica ni criticaría al director o al personaje masculino por hacer lo que hace el femenino, por mantener relaciones sexuales a cambio de ofrecer u obtener información, porque en ese caso asistiríamos a un comportamiento sexual aceptado. Pero, por contra, si una mujer tiene ese mismo comportamiento sexual raya la prostitución en cuanto obtiene algún beneficio profesional o de cualquier clase. Ya va siendo hora de que en lo referente al sexo, ante la misma conducta se acepte o se critique por igual a hombres y mujeres, que se deje de considerar que las mujeres tienen que tener un comportamiento sexual más recatado, menos activo, que tengan que dejar de demostrar que no son merecedoras de quedar marcadas con la machista y denigrante etiqueta de "putas".
La crítica obedece más bien a una cuestión corporativa, de una prensa que tiene la piel demasiado fina, que no acepta que la censuren. O ideológica, que ya se sabe que Clint Eastwood siempre ha sido considerado por una parte de la prensa como un director de derechas, un director siempre sospechoso, que no merece el prácticamente unánime reconocimiento del que actualmente goza su obra.
Por otra parte, esa critica no supera la prueba del algodón, un simple cambio de roles entre los implicados. Si ocurriera al revés, si fuera una policía quien ofrece información reservada a cambio de sexo, también criticarían al director por machista, incluso con más motivo. Pero nadie critica ni criticaría al director o al personaje masculino por hacer lo que hace el femenino, por mantener relaciones sexuales a cambio de ofrecer u obtener información, porque en ese caso asistiríamos a un comportamiento sexual aceptado. Pero, por contra, si una mujer tiene ese mismo comportamiento sexual raya la prostitución en cuanto obtiene algún beneficio profesional o de cualquier clase. Ya va siendo hora de que en lo referente al sexo, ante la misma conducta se acepte o se critique por igual a hombres y mujeres, que se deje de considerar que las mujeres tienen que tener un comportamiento sexual más recatado, menos activo, que tengan que dejar de demostrar que no son merecedoras de quedar marcadas con la machista y denigrante etiqueta de "putas".
La crítica obedece más bien a una cuestión corporativa, de una prensa que tiene la piel demasiado fina, que no acepta que la censuren. O ideológica, que ya se sabe que Clint Eastwood siempre ha sido considerado por una parte de la prensa como un director de derechas, un director siempre sospechoso, que no merece el prácticamente unánime reconocimiento del que actualmente goza su obra.