Un veinteañero Joseph L. Mankiewicz produjo para la Metro Goldwyn Mayer este fenomenal debut en Hollywood de Fritz Lang, uno de los más grandes directores cinematográficos de toda la historia.

En la película, basada en un relato de Norman Krasna, Lang insiste en varios de los temas que ya había tratado en esa obra maestra del expresionismo alemán llamada "M, El Vampiro De Düsseldorf" (1931), es decir, la presunción de inocencia, la desaprobación del linchamiento popular, la fundamental importancia del sometimiento al imperio de la ley, y la imposición de la verdad contrastada sobre los rumores infundados que lleven a la masa furibunda cargada de inquina y venganza a cometer una injusticia.

La primera parte del film, en la que vemos a un ilusionado Spencer Tracy planeando casarse con su prometida (Sylvia Sidney), transmite con admirable eficiencia las intensas emociones derivadas de una arbitraria situación penal, mientras que, tras un sorprendente giro de guión, la segunda dramatiza judicialmente el resultado revanchista con interesantes aportaciones probatorias procedimentales.

A pesar de cierto grado de forzado sentimentalismo en su último tramo, estamos ante un inicio sensacional del talentoso Fritz Lang en el cine americano.