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España España · Málaga
Voto de Nuño:
4
Drama. Romance Tras una ausencia de treinta años, el escritor Fernando Vallejo vuelve a Medellín (Colombia), ciudad donde creció. No queda gran cosa de lo que había dejado: sus padres están muertos, una parte de la ciudad ha sido destruida, la mafia de la cocaína siembra el terror mediante bandas de asesinos... En un burdel de chicos encuentra a Alexis, de dieciséis años. Alexis forma parte de estos asesinos que matan a sueldo y que a su vez son ... [+]
10 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
'La virgen de los sicarios' se parece a su novela origen tanto como Vallejo se parece, de manera contumaz, siempre a Vallejo, pareciéndose, siempre, una y otra vez.

El ex-colombiano, ahora mexicano, apátrida en suma, es un narrador muy potente, de verbo vivo y, a mí me parece, tendente al agotamiento rápido.

Su ideología es la obstinación pertinaz en devaluar la vida humana y todo lo que trae consigo; crímenes son los nacimientos, la nación, gran parte de la Literatura de sus coterráneos sudamericanos (tiene a Cortázar, Bolaño, García Márquez o Borges como a completos incapaces) y demonios la fe, el voto y el maltrato animal. Los parlamentos donde desarrolla su animadversión al género humano están por ahí, y elegir uno al azar no supone mucha diferencia del que, también por azar, no se ha escogido.

Es insólito tal extremo de agrura sin acabar imitando a Hunter S. Thompson, decidiendo que ya está bien por hoy y por siempre. No puedo evitar pensar que Vallejo actúa, como todos alguna vez, y, crecido en su nihilismo, le da ornamento y énfasis a su hastío. Su acrimonia roza el pavoneo; su dolor, la cháchara. No es un aval de cansancio y desidia casi una veintena de libros escritos para esa puta que es lector.

Incluso viniendo a nada naciendo, no se puede culpar a todos, uno por uno, de tantos siglos de humanidad. Y ni ciego a propósito se pueden esquivar los repentinos y breves "instantes de belleza".

...

A pesar de que los epítetos de Vallejo sobre el nulo valor de la vida pretenden universalidad, yo los veo muy localizados. No todos los lugares admiten el relato de su despiadada Medellín, ni a todas las vidas las auspicia una guadaña de igual filo.

Schroeder acierta en los hoscos escenarios del sicariato urbano de Colombia, extrae imágenes sucias y pérfidas de esa prosa vivaz, siempre en primera persona ("¡cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes!"), repleta de jerga paisa que tiene Vallejo. Hay, en la impersonalidad de un Alexis que bien puede ser un Wilmar o cualquier otro que le suceda cuando muera, la tristeza del ser humano como apenas un recambio. Y hay, en su final, una leve nota final de 'Satántangó', con ese corrimiento de cortinas. El color de la imagen, fuerte pero oscuro, da cierto juego.

Mi problema con esta película, y por extensión con Vallejo, es que incluso el citado Béla Tarr, en su ominosa 'El caballo de Turín', extiende durante unos segundos una sábana de blanco inmaculado que ocupa todo el encuadre.

La obcecación limita, y Vallejo se niega a extender esa sábana blanca. Para él, todos somos mugre, en todo momento, desde todo momento y para siempre. El discurso que más apropiado le parece ofrecer es el esputo, el vilipendio.

Le entiendo, pero no dejo de ver una clara rendición en ello. "Que le vaya bien, que le pise un carro, o le estripe un tren".

Gracias.
Nuño
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