El agente de seguros Leonard se ve obligado a tener que escribirlo todo para no olvidarlo. "Si ciertas informaciones son vitales - asevera Leonard- escribirlas sobre el cuerpo puede ser la solución para estar seguro de no perderlas". La sumisión a la palabra escrita como sustituto de la memoria, rememora con ironía la antigua fabula egipcia sobre el dáimond Toth y el rey Tamus, citada por Sócrates cuando Melito lo juzgó por escrito en el Pritaneo de hereje del paganismo y corruptor de jóvenes. El filósofo helénico se defiende de tales argucias cuestionando la noción de escritura concebida como ejercicio del conocimiento y por ende, superior en belleza y profundidad a la palabra hablada. A continuación, se cita un fragmento de el famoso dialogo entre Fedro y Sócrates a propósito de la escritura, la memoria y el olvido adaptado para la película Sócrates (1970) por Roberto Rosellini:

Fedro- ¡Sócrates! Nunca te había visto caminar cabizbajo como ahora. ¿Qué sucede?

Sócrates- Pensaba en una fábula que cuenta que en Egipto, un dáimon llamado Toth fue a ver al rey Tamus para ponerlo al tanto de las artes que había inventado, e invitarlo a compartirlas con los egipcios. Le hablo de la numeración, del cálculo, de geometría, de astronomía de las ludos y de los dados, hasta que finalmente llegó a la escritura. - “La práctica de la escritura, dice el dáimond, reforzará el conocimiento y la memoria de tus súbditos. Esta es mi invención más bella y os abrirá el camino de la ciencia.” – “¡Grandioso! Responde el rey. Pero si tú, Toth, tienes la capacidad de crear nuevas artes, yo soy capaz de prever lo que ocurrirá si se practican. Así que puedo decirte que la escritura, dará un resultado completamente distinto al que te imaginas. Confiados en la escritura, los hombres ya no buscarán la memoria en lo profundo de sí mismos, olvidarán confiar en sus memorias y perderán así mucho de su saber. En vez de tratar de expresarse con dificultad y a duras penas, citaran textos con elegancia. ¿Y que se podrá responder a una cita?

Fedro- Tú contrapones el discurso vivo, que vibra con la palabra, a los escritos que son imágenes del discurso.

Sócrates- ¡Así es! Es posible creer que los escritos hablen inteligentemente pero intenta interrogarlos. Solo se pueden repetir. Una vez escritos, los discursos pasan de mano en mano, indiferentemente, sin que pueda distinguirse el débil del inteligente. Y si los escritos te atacan, si te acusan injustamente, resultará imposible hacerlos razonar.

Fedro- ¿A qué vienen todas estas reflexiones, Sócrates?

Sócrates- Porque han puesto una acusación escrita contra mía en el pórtico del arconte.

Fedro-¿Vamos a verla?...