Divertida, transgresora, inteligente, cínica, irónica y optimista... Una película digna del mejor Woody. Una película que tras el fiasco que supuso Vicky, Cristina Barcelona me permite reconciliarme con él de todas todas.

El personaje de Larry es un personaje carismático, un personaje que por sí sólo merece una película, una caricatura extremadamente bien perfilada del ególatra narcisista misántropo que ve como su mundo de desilusión y cinismo puede llegar a tambalearse cuando se encuentra con su polo opuesto, una chica sureña de veinte añitos. La historia de un amor imposible, que dará pie a una historia llena de altibajos y sacudidas.

Una comedia de personajes caricaturizados, hipertrofiados, excesivos, pero entrañables. Ninguno tiene desperdicio y poco importa que no se deje escapar ninguna ocasión para que estos personajes se vuelvan cada vez más ridículos, se aboquen a situaciones antes inconcebibles... porque en los giros extremos está la gracia de una comedia que no deja títere con cabeza.

Woody se carga personaje por personajes todos los estereotipos que dibuja, el ególatra misántropo y racional, la sureña mojigata y retraída, el republicano católico homófobo... para llevarlos a un desenlace que les hace felices y a la vez les da la vuelta.

Una película para ver con una sonrisa que sólo desaparece para dar paso a la carcajada, una película en que ninguna escena tiene desperdicio. Una película para guardar en el cajón de favoritas cuando se deseé pasar un buen rato. Y una película que como Gran Torino, demuestra que los viejos cascarrabias son personajes que pueden dar mucho juego.

Una gran película.