Tras unos momentos iniciales muy brillantes, con una sucesión y mezcla de flash-back, la narración adopta un ritmo cansino, con planos y secuencias incomprensiblemente eternizados,
pero mediando la película se aumenta paulatinamente, consiguiendo atrapar al espectador en la locura (o determinación, segun se mire) del personaje protagonista, al que da vida un Lee Marvin pletórico y dueño de un porcentaje altísimo de planos.

Sobrios secundarios, correcta fotografía, y una banda sonora horripilante -que es el punto negativo del film-, conforman un producto ameno que sentó las bases para que posteriores cineastas desarrollasen el thriller, hasta las cotas de violencia desenfrenada actuales.
Muchos años más tarde, Mel Gibson protagonizaría un remake (Payback), mucho más violento y con distinto final. Aunque eso ya es otra historia.

Por cierto, que de policíaca la peli no tiene nada, ya que los únicos polis que se llegan a ver son meros comparsas, y ni hay investigación ni nada que se le parezca.