Haz click aquí para copiar la URL
Chile Chile · Santiago
Voto de Lawrence:
6
Drama Primera Guerra Mundial (1914-1918). En julio de 1914, un barco de lujo zarpa desde Italia con los restos mortales de la famosa cantante de ópera Tetua. En el barco van sus amigos, famosos cantantes de ópera, y gente entre exótica y extravagante. La vida a bordo es dulce, pero al tercer día de singladura surge un problema: hay que salvar a unos refugiados serbios, que han huido de la guerra y se encuentran perdidos en el mar. (FILMAFFINITY) [+]
1 de agosto de 2005
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poética y melancólica, pero también gruesa y redundante, puede que esta película no esté a la altura de las obras maestras de Fellini, pero de todos modos ofrece algunos memorables momentos, ya sea por los habituales desbordes narrativos que abundaron en la última etapa de la obra felliniana traduciéndose en una puesta en escena sorprendente y cautivadora, o por la serena y triste belleza de algunos instantes.

Guiados por la figura del periodista, un personaje recurrente en la trayectoria del cineasta italiano, conocemos a un grupo de excéntricos personajes que se embarca en un trasatlántico para cumplir con la última voluntad de una diva de la ópera: esparcir sus cenizas frente a la isla donde nació. Esta idea es el punto de partida para un desfile de estrambóticos caracteres que tan pronto nos sirven como retrato humano de las envidias y enormes egos que pueblan el género lírico, como de metáfora política y social -muy en la línea de anteriores trabajos de Fellini, como "Satiricón", "Roma" y "Ensayo de orquesta"- de un mundo decadente y al borde del colapso, el de la aristocracia europea ad portas de la Primera Guerra Mundial.

Aunque en muchos pasajes el ritmo lánguido y las reiteraciones narrativas le juegan en contra, Fellini logra atrapar al espectador con un espectáculo que permanentemente recuerda al público que todo es una fantasía, una representación: las olas del mar, el sol en el horizonte, el propio trasatlántico, son parte de un plató que queda al descubierto introduciéndonos una vez más en la magia del cine que Fellini adoraba dejar al descubierto. En esto es fundamental el exquisito diseño de producción de Dante Ferretti, acentuado por la otoñal fotografía de Giuseppe Rotunno. Con la ausencia del añorado Nino Rota, y aprovechando el marco operático de la historia, es la música inmortal de grandes maestros la que apoya unas imágenes que pasan del dolor y la ironía al humor más absurdo, todo bañado en un innegable aire fúnebre: así, abundan los valses de Strauss, hermosos acordes de "La fuerza del destino" acompañan a los pasajeros que suben a la embarcación y a los serbios que deben desalojarlo, la melancólica aria “O patria mia” de la "Aida" verdiana acompaña el momento en que el viento se lleva las cenizas de la cantante, o el inmortal "Claro de luna" de Debussy es el inmejorable comentario sonoro a los registros visuales de ésta, proyectados por un admirador. Sólo por esas escenas, una producción irregular y discutible se transforma en algo atractivo y hasta sublime.
Lawrence
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow