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Voto de Don Hantonio Manué:
8
Comedia. Drama. Aventuras Obra maestra de Chaplin, en la que interpreta a un solitario buscador de oro que llega a Alaska, a principios de siglo, en busca de fortuna. Una fuerte tormenta de nieve le llevará a refugiarse en la cabaña de un bandido. En 1942 fue reestrenada en versión sonora. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2024
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Lo más llamativo es que no es una película… sino al menos tres, y lo es sin apenas disimulo, en una época en la que el cine está todavía por inventar en buena medida.

La primera, una pantomima cómica con herencia del teatro y del vodevil donde el mundo de los pioneros buscadores de oro en Alaska es poco menos que excusa para encadenar gags y explotar las disparatadas interacciones de tres tipos, atrapados en el escenario único de una cabaña a causa de un temporal de nieve, con el pobre vagabundo desubicado cual héroe inverosímil que para nada nos esperaríamos en semejante gesta épica.

Después puede decirse que empieza la película propiamente dicha y se convierte en una especie de western, o de comedia romántica y dramática en un pueblo de mala muerte, entre prostitutas y facinerosos varios; una comedia cruel basada en el escarnio hacia un ser inocente por parte de unos desalmados sin escrúpulos, con una trama de enamoramiento fingido.

La propuesta aquí evoluciona en algo mucho más sutil, matizada en cuanto a psicologías, cambiando las motivaciones en un contexto de soledad, de ausencia de amor y de desarraigo, de supervivientes y de personas que buscan más que oro pero aún no lo saben, y donde él no es la única alma perdida. Ahora ese vagabundo no sólo está desubicado en el espacio sino que es un extranjero, alguien ignorado e insignificante, y no sólo por su aspecto desastrado, sino porque su bondad innata le hace contrastar intensamente con el muestrario de individuos poco recomendables del lugar.

El último tercio es nada menos que un espectáculo visual propio de un moderno blockbuster, que le da la vuelta en el sentido literal al escenario ya conocido del principio para colocarlo al borde del precipicio, en una peripecia extrema que parece propia de un cuento. Todo lo que hemos visto tiene a Chaplin y a su personaje como elemento unificador y está a su servicio. Icono del cine que encarna al hombre común y corriente, a un perdedor muy pardillo, perseguido por el infortunio, objeto de escarnio y de mofa para el espectador por sus torpezas pero a la vez objeto de su simpatía; el triunfo de lo humilde, de un tipo cuyos únicos recursos se los da cierta picaresca que sólo utiliza para salir de las situaciones complicadas… pues en el fondo se trata de un ser puro como el idiota de Dostoievski, cuya sencillez infantil le permite comerse los cordones de una bota como si fueran espaguetis mientras su compañero delira de hambre. O bien organizar una cena de nochevieja con absoluta devoción pese a sus medios exiguos y pese a que esté condenada al fracaso.

La gallina gigante, el bailecito de los panecillos, instantáneas muy recordadas, pero a las que habría que añadir otros momentos, en forma de planos concretos, igualmente cargados de fuerza y significado; la entrada de él en el saloon, como figura marginal y distante del resto, la alegría y a la vez honda tristeza de la celebración de año nuevo, canción a coro incluida… o la irrupción de una pura felicidad contagiosa que hace estallar una habitación en un mar de plumas.
Don Hantonio Manué
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