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España España · Rivas-Vaciamadrid
Voto de Quinto Sertorio:
10
Drama Charles Horman (John Shea), un joven e idealista periodista norteamericano, desaparece de su domicilio en Santiago de Chile tras el golpe de Estado del general Augusto Pinochet (11-9-1973). Su mujer (Sissy Spacek) y su padre (Jack Lemmon), que se traslada allí desde los Estados Unidos, intentan averiguar su paradero y vivirán una auténtica odisea recorriendo las instituciones diplomáticas norteamericanas y tropezando con infinitas trabas burocráticas. (FILMAFFINITY) [+]
2 de enero de 2022
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Missing es de esas películas que, realmente, debes ver una vez en la vida. Es imprescindible. Guión, dirección, interpretación, montaje, música, todo es superlativo y todo ello se funde resultando un filme impactante, que te dejará muy tocado como ser humano. Una película de denuncia, sí, y todo lo que ello implica, como es el fallo de una sociedad acomodada, y la decepción ante unos gobernantes que deberían velar por sus ciudadanos y exigir justicia para con ellos y que, sin embargo, son cómplices de las mayores atrocidades, como descubrirá, para su desgracia, el personaje interpretado, soberbiamente, por Jack Lemmon. Y todo ello con una excelente BSO de Vangelis.

Charles Horman existió. Lo que se relata es el resultado de una investigación periodística. No es inventado. Nueve años después se rodó este filme. Nueve, no noventa. Horman fue un joven periodista estadounidense de 31 años, un idealista, que estaba en el peor momento en el sitio inadecuado. Y su padre fue a buscarlo. La evolución del personaje del padre, encarnado por Jack Lemmon, es impresionante, desde la completa negación, pasando por la impotencia, la asunción de la tragedia hasta el despertar final frente a las autoridades de su país. Todos sus diálogos reflejan ese estado de ánimo.

Es absurdo entrar en un debate sobre la posible carga política que pueda tener el filme, porque pienso que queda en segundo plano ante la descripción de los sucesos que se produjeron tras el golpe de estado de Pinochet y que recrea, de manera tan convincente, Costa-Gavras. Uno siente terror y desamparo ante lo que ve, y no se puede dejar de empatizar con los protagonistas. Costa-Gavras consigue que el espectador viva, durante lo que dura la película, los horrores de aquel golpe, el miedo a morir, la desesperación de la búsqueda del ser amado, y las historias de los otros personajes. Vives todo el filme con el estómago encogido. Acojonado. Con los ojos como platos. Si Goya fuese contemporáneo de ese maldito golpe, hubiese recogido aquellos horrores en unos grabados que mostrarían la crueldad de lo acaecido. Las persecuciones de civiles por las calles, tiroteados como perros, las sacas de familias de sus casas, los chavales muertos, apenas adolescentes, el encierro en el Estado Nacional, los asesinatos indiscriminados, los cadáveres, la morgue, la violencia desmedida, la ausencia de piedad, la inhumanidad, un paseo por el mayor de los horrores de los que son capaces, para nuestra vergüenza, el ser humano, y que realmente sucedió.

Es imposible no emocionarte ante lo que ves. No sentirlo. No llorar. No enojarte. Quién critica al cine de denuncia, olvida que se reflejan hechos que han ocurrido realmente. No son muertos de mentira y no hay nada que pueda justificar esos crímenes. Siempre se dice que hay que conocer la historia para no olvidarla y no volver a repetirla. Y películas como ésta ayudan a recordarnos qué vulnerable es la sociedad occidental. Costa-Gavras realizó un filme inmortal, referencial que también es un homenaje a todos los que han sufrido la represión por sus ideas.
Quinto Sertorio
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