Una de las aportaciones más peculiares y "castizas" del cine de terror español a la historia del género es el invento de los templarios zombis que vuelven del más allá para vengar su ejecución en la hoguera, una idea de lo más autóctona tanto en su concepción como en los detalles de la "leyenda" (lo de cegar a los templarios, por si les daba por resucitar cabreados, para que se perdieran buscando el camino al pueblo, no puede ser más gallega) o en la estética de los propios zombis...aunque por cosas de las de entonces la acción se ambientase en el norte de Portugal (en la España de Franco no había zombis, solo faltaba). Solo por lo peculiar de la idea y el empeño en llevarla a cabo ya habría que reconocerle cierto mérito al amigo Amando de Ossorio, pero es que además las películas en las que plasmó la idea no están mal (teniendo en cuenta la época y el presupuesto), sobre todo esta que a mi modo de ver es la mejor, con un ritmo algo más ágil que las otras tres, algo más de acción, momentos de terror bien logrados y hasta alguna escena gore bastante decente. No deja de ser un filme rodado con medios muy modestos, con fallos de racord, con diálogos chapuceros y con interpretaciones bastante malas, pero también tiene una puesta en escena bastante mañosa que da lugar a escenas estéticamente llamativas y ayuda a construir una atmósfera de irrealidad medianamente convincente.

Mejor de lo que parece.