Mi crítica sobre la original, sobre “Trainspotting”(1996) es un poco birria, un poco no, muy mala, pero claro la escribí con unos 16 años y a esa edad por muy listo que seas también eres un poco gilipollas, pero me llegue a obsesionar tanto con la película que me parecía injusto no dedicarle unas palabras por pobre que fuesen. Después de muchos visionados y siendo conciso lo mejor que se puede decir de “Trainspotting” (1996) es que es un film único de los de uno entre un millón.
Como el trabajo del señor McGregor siempre me ha fascinado estoy siempre pendiente de sus nuevos proyectos y cuando supe que habría una secuela de “Trainspotting” me emocione muchísimo: Podría ser una gran película o un bodrio.
Ayer tras salir del cine me quedo en el cuerpo una sensación agridulce y sentí un sabor amargo:
Es una gran película, si, pero ¿Tanto como el original? NO, rotundamente NO. Es como recalca muchos críticos de cierta escena del film un paseo por la nostalgia, por la juventud de los personajes que envejecen y que no quiere que se les escape el tiempo por entre los dedos, un tiempo que cura, que duele, que deja herida abiertas que resulta difícil pensar que se vaya a cerrar. La banda sonora, tan importante en la original suena aquí como ecos tristes y apagados y pierde la gracia y la agresividad que le daba al original.
La película duele y gusta por partes iguales y si, al igual que me ha pasado a mí, deseas saber que ha sido de Renton, Sick Boy (ahora en esta película quiere que se le llame Simon), Spud y Franco Begbie no te la puedes perder, te sentirás recompensado, agradecido y triste al mismo tiempo.