Si bien la trama de la película se desarrolla en Shangai a principios del siglo XX, "Furia oriental" es hija de otra década, la de los setenta, y de otra moda, la de las artes marciales, que tuvo su máximo esplendor entonces a lo largo y ancho del planeta.

Una vez encuadrado el film dentro de esos ejes de coordenadas, su protagonista, Bruce Lee, es el amo de la función. La acción va saltando de combate en combate, con coreografías bien musculadas y dinámicas, mientras reposa en periodos de descanso que aprovecha para enfatizar los sentimientos de venganza, honor, xenofobia y flirtear incluso con el romance.

Hay una planificación teatral, reforzada por la poca brillantez de los decorados ubicados en los estudios hongkoneses de la compañía Golden Harvest. Encontramos también unas actuaciones... en las antípodas del método Stanislavski o del Actor Studio. Cierto. Pero todo ello se desvanece cuando Bruce Lee se coloca en el centro del escenario. Todo resulta creíble. Todo un caudal de sentimientos y de energía (des)medida se trasmite cada vez que lanza uno de sus característicos gritos agudos de lucha.

Tal vez con esta película comienza a cobrar una fuerza imparable su leyenda. Bruce Lee rules!

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