Refleja bien el comienzo de siglo en una parte concreta del planeta, Buenos Aires, y en la estación que mejor retrata a ese monstruo urbano de nostálgicas veredas y tráfico infernal: la primavera. No hay que esperar lo que esta película no quiere ofrecer sino lo que el propio título cuenta: ciudad en celo. El amor visto desde varias mentes masculinas y femeninas, con un punto en común a modo de nido: el bar de Duke. Quizás no haya envejecido bien (la he visto en 2022), quizás tenga situaciones demasiado cinematográficas, e incluso teatrales, y quizás sea, para lo bueno y para lo malo, demasiado argentina. Su exceso de azúcar tiene el movimiento dramático de un tango, por lo que entretiene, que es su cometido.