La idea de algo decidiendo nuestros destinos ¿por qué no una divinidad? no está mal, pero tal como se plantea en esta película hubiera valido para un corto: se plasma la incertidumbre inicial del protagonista y dejas que el espectador se de cuenta de lo que pasa y todos tan felices, pero claro, habían decidido hacer una película enterita y pensaron que a lo mejor si repetían una y otra vez el mismo concepto alargando el guión hasta el absurdo y lo adornaban con unas cuantas excentricidades (o símbolos según el título) que distrajeran la atención, a la gente le daría igual que el argumento se hubiera agotado.
Quizá, si las historias intercaladas hubieran sido creíbles y representaran situaciones cotidianas en las que se puede considerar que el destino ya está escrito, que hay algo superior manejando los hilos... pero no, eso hubiera sido demasiado interesante, era mucho mejor que al mexicano de turno se le estirara el cuello para que pudiera usar su cabeza de maza, cómo no habíamos pensado en eso.