En casi tres horas, se nos presenta una historia de neorrealismo italiano, que impacta la primera vez que lo ves (“Ladrón de bicicletas”), y gusta constatar en sucesivas revisiones de films, pero que ya llega un punto en el que es obvio que los del sur eran más pobres, los del norte más ricos; el concepto de la mamma como matriarca del clan, a semejanza de lo que ocurre con la comunidad gitana; el respeto jerárquico por la familia, los hermanos mayores; y el sucio mundo del boxeo, que esto lo había visto más en el cine americano. Mundo en el que los boxeadores son usados como objetos por unos terceros, los especuladores, hasta que los exprimen, tiran, y cogen a otros.

En esta película, larga (la vi en varios trozos), quiero destacar las interpretaciones de Nadia (Annie Girardort) y, un escalón más bajo, Simone (Renato Salvatori). Ella está bella y magnífica en un papel dual, no fácil, que logra convencernos perfectamente de su pillería con principios, cuando la tiene, y del amor que siente por Rocco. Simone es el malote, vago, viva la vida… que se destruye, llevándose para adelante a la familia y a las personas que le rodean, si se tercia. Un papel muy típico incluso hoy en día. El cambio de registro de tipo de éxito a fracasado es de una energía necesaria y que, aunque a veces está sobreactuado, logra arrancar emociones de odio cuando viola, delante de su hermano, a la reinsertada Nadia.

Me gusta la escena que se rueda en los tejados de la catedral de Milán, así como el contarnos cómo era la vida en construcción de la emergente ciudad de Milán de la postguerra. Por otro lado, Claudia Cardinale pasa totalmente desapercibida. Aunque en el Gatopardo se luce más, la recuerdo explosiva en “Hasta que llegó su hora”, donde Sergio Leone sacó de ella toda la fuerza que emanaba de su figura. Y Alain Delon, como papel protagonista "Rocco", es tan bueno que se hace casi invisible en su actuación.