Destacan los toques de humor referentes al club con la letrada de protagonista: primero, con su ignorancia a los olores de esos antros “¿por qué huele tan mal aquí?” y después, cuando encuentran el dinero en la caja y pregunta con picardía“¿no da para tanto el negocio, no?”.

Resulta genial como Santos esconde todas las pruebas que puedan imputarle como autor material de los hechos, y de enaltecer es la gran profesionalidad de la jueza, que destapa la enorme irresponsabilidad de algunos departamentos policiales, que no se ponen de acuerdo y no se hablan, dejando escapar a sospechosos.

Al final, Santos queda como un héroe, pero no queda claro si conocía a los colombianos del principio (de su estancia en la embajada de Colombia) o los tiros los pega porque es un cabrón racista.