Si no fuera por su mensaje religioso tan explícito --y no precisamente cristiano sino hinduista--, estaríamos ante una película de gran calidad. Una historia inquietante, en la estela, sí, de El exorcista, pero nada truculenta y sin otro elemento sobrenatural que la reencarnación de una niña que muere en otra que nace, caso que no sería sobrenatural sino naturalísimo, según la tesis del hinduismo, quizá no muy ortodoxamente planteada.
¡Cómo se nota la mano de un competente director, que sabe cuidar el guion, perfilar bien a sus personajes, y hacer que el conjunto funcione a la perfección! Y luego están un jovencísimo Anthony Hopkins, ya bordando su papel, y una estupenda Marsha Mason, pedazo de actriz aquí.
Una lástima, como dije, que la lección final del film, tan abiertamente confesional, nos haga sonreír un poco.
Me atrevería a proclamar que estamos ante un caso de buena película con un tema malo.