Que Anne Bancroft es una actriz excelente y Jack Clayton un director admirable es algo que en esta película queda demostrado hasta la saciedad. Lo malo es que mi afirmación debe ser tomada en su sentido más literal, porque realmente la actriz y la película acaban saciando, es decir, hartando. Desde el minuto uno el espectador queda fascinado por la belleza de la fotografía, de la música, de la puesta en escena, por la sutileza de los movimientos de cámara, y sobre todo queda conmovido por la mirada, la elegancia y la tristeza sin igual de la protagonista, pero el problema es que la película dura una hora y tres cuartos, y al llegar a la mitad, cuando ya se ha percatado de que la historia no lleva a ninguna parte y de que los personajes no tiene mayor interés humano, empieza el aburrimiento, la monotonía y la sensación inquietante de estar echando de menos las películas de acción. Ah, el guionista es Harold Pinter... Se conoce que el hombre ha seguido al pie de la letra el refrán aquél que dice "coge buena fama y échate a dormir".
En fin, ya sabemos que, en la historia del cine, hubo unos años en que a los directores más sublimes les dio por hacer este tipo de películas sobre gente guapa burguesa horriblemente melancólica en las que no pasaba nada. El drama era la falta de verdadero drama.
Vista desde esa perspectiva, esta película hasta podría ocupar un sitio en la historia del cine europeo.