Es habitual que la sociedad norteamericana encuentre terapia casi para cualquier cosa, pero si se trata de atentados, el cine suele ser el medio más utilizado como catarsis ante la crisis. Como medio de denuncia social, la industria desarrolla proyectos sobre estas experiencias, siempre desde su punto de vista y cayendo, normalmente, en un patriotismo exagerado.

“Día de patriotas” no llega a ese extremo siendo menos vehemente tanto en el clímax como en la presentación de los típicos buenos y malos, y exhibiendo un interesante punto de vista sobre la sociedad que recibe el golpe. La película hace lo que debe: presenta a los personajes implicados, muestra la dureza de la situación y refleja cómo influye todo esto en los roles como individuos y en la sociedad como colectivo. Una hoja de ruta sencilla sobre el papel pero compleja en su arquitectura, siendo fácil caer en la condescendencia o en el puro artificio.

Sin embargo la película se mantiene fiel a la realidad con un tono neutro que hace que el espectador pueda comprender la situación y sobre todo las decisiones que se toman. Berg, director de sobrada experiencia, posiciona la cámara con sabiduría siguiendo siempre la acción de cerca. Es como si el espectador estuviera dentro de todo. A sus órdenes secundarios que toman cuerpo poco a poco como Goodman o Bacon, y un protagonista como Wahlberg que siendo como es su actor fetiche, debería mostrar más sentimiento y más corazón en vez de ser tan frío.

Aún sabiendo que la bandera del patriotismo terminará apareciendo, “Día de patriotas” es contenida mostrando sentimientos, con muchos momentos emotivos, y sus imágenes finales no hacen más que confirmar que su propósito es más un homenaje a la ciudad y a sus ciudadanos que una simple narración del fatídico día, algo que, por supuesto, también es.