Aunque durante la proyección uno participa encantado de las peripecias de sus protagonistas, al acabar queda el regusto de lo que pudo ser y no fue por exceso de complacencia o miedo a ir más allá de la típica y tópica amabilidad descafeinada, a la afabilidad descarada con el objetivo de contentar a todos y no irritar a nadie. Demasiada mansedumbre produce hartazgo y aquí se alcanza al salir del cine y comprobar que te han dado gato por liebre (al fin de cuentas, estamos en una granja francesa…) y te lo han pretendido endosar como si fuera un manjar inconmensurable.

Es un azucarillo que se disuelve en el paladar sin dejar apenas nada consistente que saborear. Y por ello perdura una sensación indefinida de frustración y decepción. Tiene unos personajes atrayentes y seductores, expansivos y joviales, llenos de bonhomía y encanto. Pero la trama es demasiado simple, las peripecias demasiado previsibles, el envoltorio demasiado correcto y superficial, no hay ni un ápice de maldad o doblez en su afable devenir que dote de profundidad o gravedad al conjunto, por lo que acaba empachando. No es que no resulte verosímil de puro blando y dulzón, sino que carece del atractivo de los matices o de los necesarios claroscuros que caracterizan a todos los seres humanos.

Alguna lágrima se nos escapa durante la proyección, nos emocionamos sin casi resistirnos, nos atrapa ese simplismo aldeano y primario que busca la complicidad antes que la empatía, sin remordimientos ni mala conciencia… pero acaba sucumbiendo a una fórmula demasiado prefabricada e industrial, incapaz de asumir riesgos o de sorprendernos con vericuetos inesperados o situaciones más allá de lo pacato o pusilánime. Con ver el tráiler ya hemos visto todo lo que da de sí la película, no ofrece nada más (ni nada menos), entretiene suavemente, sin desfallecimientos ni baches, pero carece del atractivo de lo genuino o perdurable.

Quien necesite un chute de buenas intenciones, optimismo vital y conformidad sin aristas se verá recompensado. Los demás pueden esperar a una sesión televisiva de sobremesa con la que vegetar sin complejos ni gastos innecesarios. Cubre el expediente y ya está. Pero no es para amantes del cine o del compromiso social o de los sinsabores de la vida, se queda muy corta y no lleva a ninguna parte. Quedan avisados.