No voy a dármelas de experto, pues siempre seré aprendiz de todo, para mi fortuna: la primera vez que escuché hablar de esta película, más allá del tema musical, fue por mi profesor de cine en el FP de Sonido (busco trabajo ;))). Quizás, en el primer momento que la conocí, yo estaba demasiado concentrado en tomar notas sobre algo de lo que no tenía ni idea; que si MRP, que si MRI... Sin embargo, con el paso de los años, uno aprende a disfrutar ese gran gag que da vida a la película y la mejor razón de existir, su engranaje perfecto: ¿qué hacer cuando aparece el sonido en un arte que nunca lo tuvo? ¿Qué hacer con esas voces, las buenas, las malas, y las incipientes, hasta el momento muteadas...?
Uno de esos buenos guiones, uno de esos buenos positivados, una de esas buenas técnicas de actorado para meterte en una historia sin necesidad de repetir el plano mil veces, ni abusar del primer plano hasta el punto de marearte o hacerte sentir en una teleserie. Casi perfecta, si no lo es, pues sigo viéndola cada vez que la emiten. Tal vez solo eche en falta un poco de humanidad del día a día, de obrerismo, para ponerle el diez... Pero un gran film para enseñarlo en clase. Gracias, Pablo Ferrando García, por tus grandísimas lecciones de cine, (y gracias, Ana Escrivà, por tus clases de filosofía...)