En nuestro ámbito el prestigio social de la profesión sanitaria està fuera de toda duda. Es un signo de estatus, es un ascensor social y a muchos se les reverencia.

Y en contra de lo pudiera parecer inicialmente no es un tema de cantidad de dinero sino de cantidad de valor. Aunque la sanidad pública tiene grandes costes no nos podemos comparar con otras sociedades y en ese sentido la relación calidad precio es óptima. Somos un referencia envidiada por muchos.

Y es por eso por lo que no comprendemos lo sucio que es el juego sanitario en EEUU.

Ya de entrada por ahí todo esfuerzo en tema de sanidad pública está directamente relacionado con la seguridad nacional. Si un estudio no forma parte de un programa sobre estrategia militar no tiene futuro de no ser por su salida comercial. Y en ese sentido cualquier producto sanitario es susceptible de presentar un amplio abanico de gamas. Se tiene que comprender que para un americano tan solución sanitaria a un problema de salud es un buen y riguroso estudio sobre su problema como una pastilla comprada al camello de su calle. Es un tema de la necesidad del momento y de la oportunidad comercial.

De ahí nuestra perplejidad ante la desfachatez que representa el producto de Elisabeth Holmes. Entenderla la entendemos... Asimilar el sentido de todo eso es más difícil.

Aunque las interpretaciones son fantásticas, la serie está bien montada, el guion sostiene bien la historia y su línea cronológica, siento que falta desarrollo en el proceso de caída de Theranos (se simplifica bastante, sucedió en fases y es importante en esa cultura) y también que físicamente los actores principales no coinciden con los personajes originales en complexión. En lenguaje corporal me parece que los actores hacen un esfuerzo para resultar creíbles pero únicamente conociendo a los protagonistas originales se despejan dudas