Combate de boxeo con jugadas sucias, guerra de zapatos clásicos o italianos (sin cordones) que da pie a ese juego de renovación —lo nuevo y lo viejo se enfrentan— en un tema recurrente del filme de Ron Howard.
A un lado el mentiroso esquivo, capaz de convertir un discurso en un monótono puñado de palabras y, al otro lado, el hombre que se fijo en ese momento: Nixon abandona la casa blanca en helicóptero en el peor momento de su vida, pero pese a su grandeza mostrada aparece el rostro desencajado ante la humillación sufrida y la soledad. El director de “Una mente maravillosa” gira el filme sobre ese conflicto: Frost lucha por volver a ver ese Nixon y recrear ese momento.

No me gusta nada Ron Howard y a su filmografía me remito: siempre me lo imagino revisando las nominaciones que le van a conceder en los premios de la academia. Esa imagen vuelve a mí como un resorte cada vez que veo una de sus películas. Director sin personalidad al servicio de una industria que a su vez le devuelve favores perdidos cuando consigue ser prestidigitador para la crítica y adornar el sin-estilo con calidad. Únicamente me interesan “Turno de noche” y “Willow”.

Aquí ninguna feminista se ha quejado de las mujeres aparecen como simples consortes: la Hall no pinta nada en toda la película.

La estrategia de desestabilizar al contrincante con cualquier clase de golpe. “El desafío: Frost contra Nixon” queda en una película que no sería nada sin las interpretaciones de Frank Langella y Michael Sheen. Langella aka Skeletor empalma una actuación excelente con otra memorable y consigue la nominación que no le dieron con “Starting Out in the Evening”.

Que Ron Howard fuese un director completamente irregular y copión hasta la medula no es nuevo. Aquí realiza un dirección académica con algunos detalles como la mirada borrosa y desenfocada de Nixon hasta alcanzar los mas míseros detalles (el momento del perro puede recordar a “The Queen”— mismo guionista y escritor). De nuevo parece instaurarse ese ejercicio de mimetismo cinematográfico con tal de llegar a la alfombra roja. Todo queda en algo visible y olvidable.
Como todo combate de boxeo hay preparadores y los luchadores están flanqueados por sus entrenadores. Nos enseñan a un Nixon pesetero pero aquí todo huele a pelea cinematográfica amañada.