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España España · Valencia
Voto de Talladal:
5
Drama El periodista John Reed es el único americano enterrado en el Kremlin. Mientras vivió fue un activista que luchó por defender sus ideales en la tumultuosa América de 1915. Se enamoró de Louise Bryant, una inquieta mujer que luchaba por su emancipación y por triunfar como escritora. Tras dejar a su marido, Louise se fue a vivir con Reed y se integró en un grupo de intelectuales activistas de izquierdas. Sin embargo, la frenética ... [+]
26 de enero de 2010
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como estamos en 1981, en una Guerra Fría que se descongela porque está muy malito el oso, Warren Beatty se las da de provocador para contarnos una historia de amor de toda la vida, que es lo que de verdad mantiene a flote la película. A ocho años del desmoronamiento del Muro y luego del Imperio, un biopic sobre el único comunista americano que está enterrado en la Plaza Roja es el tema perfecto para mayor gloria de Hollywood, quintaesencia del capitalismo cinematográfico y cinefagocitador, que se lo traga todo esta industria, oiga. Y como a rey muerto, todos revolucionarios, ir de comprometido con los comunistas gringos cuando el comunismo se está yendo por la barranquilla es lo que toca para ganar 3 Oscars, que esta industria es muy abierta mientras siga habiendo taquilla, a poder ser en dólares o en euros, por favor, y, sobre todo, para meterse a las gachís en la cama, que Warren no ha desaprovechado el tiempo y se ha beneficiado a 12775 mujeres, no todas serían preciosidades, que algunos miles de crancos habrán caído, en proporción pero como todo el mundo, y antes de irse al catre hay que contar algo, y decir que se está haciendo una peli sobre la Revolución Rusa y tal, y sobre un americano muy bueno y muy rojo y tal, y que entonces había amor libre y tal, encauza fenomenalmente el asunto dirección catre. Eso se llama ganar la revolución sin pegar un tiro pero usando pistola o pistolón, según el arma que gaste Warren.

Si la película es ya de por sí larguísima, se hace aun más larga por la desafortunada elección del toque documental, con unos testimonios que rompen el ritmo continuadamente, y por una primera hora pastelona de amor y noches de bohemia e ilusión totalmente redundante. El biopic es pasable pero demasiado benévolo: En tres horas de película al protagonista sólo se le pueden reprochar como faltas muy graves una indirecta admisíón de haber sido infiel a su mujer –Warren, Warreeeen, que se te ve el plumero- y el respaldo a la violencia soviética –en la distancia, claro, que el pobre no rompió un plato y sólo quería que cambiaran rápidamente las cosas de lo bueno que era, porque si de verdad hubiera sabido que algún animal había sido maltratado en el rodaje de la película, lo habría dejado todo y se hubiera metido a trapense o a bombero o a bombero torero para hacer reír a los niños, esos pequeños locos. Así que, como en todo biopic, al final nos acecha la duda de si el tal John Reed de verdad era tan guapo como lo pintan.
Talladal
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