Se trata de la adaptación más libre de la novela de Shirley Jackson y, con mucho, la mejor. Narra el presente y pasado de una familia cuyas vivencias están íntimamente ligadas a una misteriosa mansión. La serie logra crear un clima malsano, una atmósfera asfixiante, sin recurrir en exceso a trucos baratos ni a lugares comunes. Saca partido a la profundidad de campo, en ocasiones haciendo uso de unos planos secuencia muy lucidos. Mezcla el puro terror con el melodrama familiar. Prácticamente cada capítulo está contado a través del punto de vista de un personaje diferente, lo que permite que el espectador termine adquiriendo una visión global de la historia. Un acierto es que durante gran parte de su metraje se mantenga la duda de si los fenómenos extraños son causados por la casa o por una enfermedad mental hereditaria.

La serie va creciendo tras cada episodio, resulta adictiva. Eleva el subgénero de casas encantadas a otro nivel. Lástima que, en mi opinión, pinche en el tramo final.