The Shield es una de las mejores series de policías que ha dado la televisión; posee, entre otras virtudes, un inicio potente y un desenlace redondo, de los que dejan con la boca abierta. Ambientada en una comisaría ubicada en el distrito más violento de Los Ángeles, narra las desventuras del grupo de asalto formado por Vic Mackey y los suyos, quienes no dudan en aplicar métodos expeditivos para calmar las calles, apartándose de la ley, sacando tajada del negocio de la droga, hundiéndose más y más en el fango, temporada a temporada, cruzando todos los límites.

Pero The Shield no es sólo la historia de unos polis corruptos, sino también la de la honrada Claudette, enfrentada a menudo a sus superiores; la del eficiente detective Dutch, obsesionado con los asesinos en serie; la de Aceveda, un comisario con ambiciones políticas; la de los agentes Dannie y Julien, que tratan de poner en orden sus vidas mientras intentan progresar en su carrera. Es la historia de esos barrios marginales, dominados por las bandas, donde se suceden los tiroteos y las luchas de poder. También la de mi personaje favorito, el inspector Billings, el tipo más vago del cuerpo, un hombre que sólo sueña con jubilarse y cobrar su pensión.

Vic Mackey no es el típico villano. Tiene aristas, punzadas de mala conciencia. Y, por encima de todo, es un enamorado del trabajo; la cantidad de energía que despliega durante su jornada laboral es encomiable. A eso hay que sumarle los disgustos que le da la familia, los problemas con Shane (ese desastre absoluto que va de cagada en cagada), los continuos conflictos para los que ha de encontrar soluciones rápidas, el peligro que afronta a diario, el arrojo que muestra siempre. En muchos sentidos, Mackey despierta admiración.

Rodada con cámara al hombro, The Shield gana interés según transcurren los capítulos. Hay tramas absorbentes, como la del dinero de los armenios, y las interpretaciones son de diez, entre las cuales destacaría a Walton Goggins, dando profundidad a un ser despreciable. Todas las temporadas rayan a gran altura, aunque personalmente me quedo con la quinta, que cuenta con la presencia estelar de Forest Whitaker, y la séptima, en la que se pone un broche de oro a esta serie excepcional.