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España España · Barcelona
Voto de Adri:
8
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, sostenía que el serhumano reprimía los recuerdos tristes o desagradables como mecanismo de defensa, afirmación que ha dado pie a una corriente psicoanalítica que mantiene que la mente del ser humano tiende a ser selectiva, prefiriendo obviar los recuerdos de las emociones negativas lo antes posible y deseando conservar los recuerdos de las emociones positivas el mayor tiempo posible. Por ello, ver una película de Michael Haneke siempre es un reto porque el director austríaco es un cineasta que te muestra, desde un realismo exacerbado, el lado más crudo de la vida de la manera más incómoda posible. Sus filmes son molestos de ver porque suponen una exposición frontal ante lo más áspero de nuestra existencia, ante lo que nuestra mente intenta apartar. Él nos lo recuerda constantemente y eso duele.

Esa es la razón por la que es difícil acabar de ver una de sus películas y valorar si has disfrutado con ella. Es una extraña contradicción la que provoca su cine, algo parecido a lo que ocurría con el cine de Pier Paolo Pasolini. Ambos son capaces de crear una singular relación de dependencia entre dos elementos antagónicos por definición: el sufrimiento y el placer. Es realmente arduo ver según que obras de sus filmografías pero, al mismo tiempo, es innegable disfrutar con el excepcional talento y habilidad que atesoran para contar historias que despiertan en el espectador un sinfín de emociones dispares.

Se podría decir que Amour, junto a Funny games (1997), son sus filmes más desgarradores hasta la fecha. Su última obra supone un durísimo retrato de nuestros últimos días vistos desde la perspectiva de una pareja de octogenarios sumidos en la decadencia de la descomposición humana y la agonía del peor final que puede depararnos esta vida. El filme contiene la dosis de desolación y pesimismo idiosincrásico de Haneke pero, en este caso, adviertes algo extraño en él, algo distinto, algo insólito en su filmografía. Amour es para Haneke lo que Rompiendo las olas (1996) fue para Lars Von Trier en cuanto ambas películas son las primeras en sus respectivas filmografías donde hay lugar a la esperanza para los personajes mediante el efecto redentor del amor. Tanto la Bess de Von Trier como la pareja de Haneke, alcanzan la paz por medio de un amor incondicional —a Dios, en el caso de Bess y entre ellos, en el caso de la pareja de ancianos— que les libera de la penuria a la que están condenados en sus vidas.

No obstante, el trayecto que hemos de recorrer en Amour hasta llegar a esa mencionada liberación, sigue la misma línea que el cineasta austríaco ha ido trazando a lo largo de su carrera. Oponiéndose a cualquier convencionalismo actual prefijado, compone una puesta en escena sobria, sin aderezos ni artificios, prácticamente aséptica y las secuencias más penosas son mostradas sin subrayado alguno, lo que dota a la película de una aridez difícil de digerir. Además, el filme carece de suspense alguno. Los hechos ocurren sin más, como la vida misma, y son presentados sin ser juzgados, tomando cierta distancia y preguntando al espectador qué opina de ellos, un habitual (a excepción de la provocativa y crítica Funny Games) de un cineasta que es más proclive al holocausto de Resnais que alde Spielberg.

Dispuesto siempre a profundizar en los sentimientos más amargos y reescribir el lenguaje cinematográfico imperante, Haneke nos propina otra valiente bofetada de realismo en plena cara para que no miremos hacia otro lado y nos enfrentemos a la cruda verdad. Sin embargo, toda la violencia que anida en el núcleo de cada una de sus historias, parece haber sido sustituida, en esta película, por el amor, pero se trata de un amor que no suele ser mostrado en una pantalla de cine. Amour es la enfermedad de “en la salud y en la enfermedad”, la parte más agria de ese sentimiento pero, a la vez, la más conmovedora y es que no es nada descabellado si digo que estamos ante la obra más íntima y personal del director austríaco. Él mismo lo afirma, “Amor es mi película más tierna”, así que no hablemos más y sentémonos a contemplar esta mayúscula obra cinematográfica.
Adri
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