Alfonso Cuarón ha hecho una singular película futurista-feísta, política e incluso religiosa (hay una virgen, un niño Jesús, un “via crucis” lleno de penalidades, un mártir…), no apta para los amantes de la ciencia-ficción pura y dura, puesto que desprende sobre todo realismo (terrorismo, migración…), dejando el factor fantástico reducido a la mínima expresión.

Entretiene sin darlo todo masticado: no se dan demasiados datos, lo que aumenta su capacidad de sugerencia (aunque mientras la ves desearías que te contasen más)

El clima apocalíptico de un mundo que se va al garete está perfectamente conseguido. Qué pesimistas son estos mejicanos: pocas veces el futuro fue tan perro.