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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Intriga Un sacerdote escucha la confesión de un criminal. Cuando las circunstancias implican al cura, y las sospechas de la policía recaen sobre él, entonces tendrá que afrontar una espinosa situación: no puede contar lo que sabe; tiene, pues, que encubrir al culpable porque está obligado a respetar el secreto de confesión. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2021
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Hitchcock fue educado por jesuitas muy estrictos en un catolicismo igualmente severo. La película está relacionada con aspectos religiosos de carácter confesional, como el sacramento de la penitencia, el celibato y el voto de castidad, el adulterio, el secreto canónico de confesión, el perdón de inspiración divina, la absolución o la indisolubilidad del matrimonio.

Para interpretar adecuadamente el sentido y alcance del drama que se narra, es necesaria la comprensión de estos asuntos y la profunda carga moral, doctrinal y religiosa que conllevan para un católico. El perdón y la culpa son dos cuestiones sobre las que las confesiones cristianas mantienen posiciones diversas, siendo el sentido católico muy firme a través del sacramento de la penitencia. Es interesante este extremo porque las diversas referencias confesionales pudieron dificultar la acogida general del film, su difusión e incluso su aceptación. No cualquiera entiende bien el espinoso y en apariencia irracional capítulo del “secreto de confesión”.

Esta película es la historia de un cura católico que debe guardar los secretos del confesionario, aunque sabe que revelando esos secretos se salvará de ser implicado en un asesinato. El sacerdote sabe quién ha cometido el crimen porque se ha declarado culpable ante él en el confesionario. Pero sus votos como ministro católico le impiden desvelar cuanto se habla durante el sacramento de la penitencia. Se rige por el imperativo del “secreto de confesión” .

Un zoom hacia el cuerpo del abogado recientemente asesinado abre la película. La cámara atraviesa la ventana abierta para acceder a la escena del crimen.

Empieza la película con un crimen, puede avistarse un cadáver cuando la cámara se asoma a una ventana y muestra el interior de un domicilio. A continuación aparece un tipo vestido de sacerdote que atraviesa un mapa de calles oscuras y anocheciendo.

Esta es la primera pista falsa del director y del asesino: hacer creer al espectador y a los testigos (dos niñas lo ven caminar aprisa por las aceras) que el asesino es un cura. Pero no tarda en convertir a los espectadores en cómplices cuando ese hombre se quita el hábito y va a confesar su crimen a su sacerdote habitual, el Padre Michael Logan (Clift).

Cuenta con protagonistas de excepción donde destaca un Montgomery Clift que hace gala de unas dotes expresivas, una mirada introspectiva que habla por sí misma, porte resuelto (hasta ensayó concienzudamente la manera de caminar de un cura con la sotana puesta) y un actor de singular encanto que interpreta de maravilla a Logan, el joven sacerdote beatífico. Anne Baxter es Ruth, una mujer bellísima y antigua novia del sacerdote quien sigue enamorada de él. Karl Malden como comisario de policía, un hombre de razón, de lógica, que investiga concienzudamente. O.E. Hasse brilla como el asesino que se esconde tras una confesión. Brian Aherne excelente como fiscal juguetón e implacable. Dolly Haas, quien hacer una enorme interpretación dramática y tensa como Alma, la esposa del asesino Otto Keller.

Además de la gran dirección y libreto, desde el principio de la cinta queda claro el carácter expresionista de una impecable fotografía de Robert Burks, que desde el trabajo anterior de Hitchcock se convirtió en habitual de éste, con un marcado blanco y negro que avanza lo terrible de la premisa y cómo se precipitarán los acontecimientos hasta un punto en el que las salidas parecen muy difíciles. Hay también flashbacks filmados en tonos claros plan onírico en algunos momentos, que muestran la historia de amor entre Logan y Ruth.
Envolvente, excelente, potente y dinámica partitura del ruso Dimitri Tiomkin (que ya nos deleitara en Sólo ante el peligro, 1952; El Álamo, 1960; o Los cañones de Navarone, 1961) que acompaña con una genial sinfonía de notas el drama.

La puesta en escena de Hitch se centra en las reacciones de los personajes, con abundantes primeros planos de los rostros de los actores, sobre todo Clift, que consigue momentos prodigiosos con la cámara, la composición del plano y las caras, por ejemplo, cuando Karl Malden mirando por encima del hombro mira al padre Logan de cerca y empieza a sospechar.

En mi parecer la biografía y experiencias de cualquier artista impregna su obra de una manera u otra. Creo, pues, que parte de las obsesiones del cine de Hitch radican en su propia vida. El sentimiento de culpabilidad, por ejemplo, era una secuela de su rígida educación católica.

A pesar de la severidad que hablamos educó a Hitch, éste mantuvo su fidelidad al catolicismo hasta el final de sus días. Era habitual verle a él y a Alma Reville yendo a misa todos los domingos. Cuando tuvieron a su hija Pat también le inculcaron la fe católica, lo cual no quita para que a veces cuestionara el catolicismo en muchas de sus películas.

De modo que este es mi parecer. La película no es sólo una obra excelente, también es propiamente el relato de un hombre católico, lo cual marca el sesgo del film. Y aunque todo lo demás sea importante para el cine, esta variable explica la construcción y desarrollo de la película, obra más difícil de entender para personas de otras modalidades religiosas o creencias.
Kikivall
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