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España España · Granada
Voto de Kikivall:
8
Thriller. Drama Inspirada en la historia real del fiscal Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo y su joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar, contra viento y marea, a contrarreloj y bajo constante amenaza, a los altos mandos de la sangrienta dictadura militar argentina (1976-1983) en el llamado Juicio a las Juntas de mediados de los años 80. Una batalla de David contra Goliat, con los héroes menos esperados. (FILMAFFINITY)
2 de octubre de 2022
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme está inspirado en la historia real de Julio Strassera (Darín), Luis Moreno Ocampo (Lanzani) y un joven equipo jurídico, que se atreven a acusar bajo constante amenaza, a la sangrienta dictadura militar argentina. Una batalla desigual con héroes inesperados.

La historia tiene una gran cantidad de elementos tomados de la realidad, pero también aspectos de ficción, dramáticos y familiares que la hacen entretenida y atractiva para el público.

Mitre conoce los resortes del thriller político (“La cordillera”, 2017) lo atavía con el gancho infalible de las películas de juicios y la posición inequívoca de la cámara junto a los acusadores y frente a los acusados, Videla y su Junta Militar.

Y es que el fiscal Strassera se atrevió a lo impensable: juzgar a los militares de una brutal dictadura y hacerlo dándoles las garantías que ellos no dieron a sus víctimas. Cada sesión de ese juicio se convirtió en un dolorosísimo escenario, con lo peor de los seres humanos. Pero más allá de cualquier consideración, a mí me parece, que lo que lastima realmente es que aquello se haya olvidado prácticamente. Recordar es una importante razón del filme.

“En 1985 había mucha gente que sabía mucho y muchos que no querían saber del todo. Y el juicio logró poner en los diarios todos los días el nivel de atrocidad que había sucedido en la dictadura. Y fue evidente para todos que era la forma de fundar un nuevo país”, sostuvo su director Santiago Mitre. Por eso la película mira a los jóvenes, al futuro, para recordar que estos acontecimientos marcaron un antes y un después.

Desde el minuto cero, la cinta de un solvente Mitre nos recuerda la tragedia de hace más de cuarenta años, con una técnica casi notarial. El pasado hecho obra cinematográfica presente. Por lo tanto, tiene esta obra un carácter de herramienta para el bien común, cine necesario, a la vez que intenso; y la película no decae en ningún momento.

Es una película dolorosa donde se escucha a una parte de los más ochocientos testigos que sirvieron al fiscal para acusar a la poderosa cúpula militar de más de 30.000 desaparecidos. Puede molestar su apelación a lo monstruoso. Puede sulfurar e indignar por la claridad de lo que expone. Pero es que la verdad duele mucho.

Un guion escrito entre el director Mitre y Mariano Llinás que atiende al orden de los acontecimientos muy bien. Los torturados suben a declarar en el juicio y lo cuentan todo. La noche en que la vida de los suyos y la suya propia fueron secuestradas.

Mitre dijo a propósito: “Durante la escritura del guion, nos dimos cuenta de que no había mucha gente que recordara el juicio”. La causa es que apenas se retransmitió por televisión y que muchos no se creían que fuera a suceder de verdad. Menos cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que habría tenido que juzgar a los encausados, consideró “inobjetables” las órdenes que estos habían impartido.

Fue entonces fue cuando dio un paso al frente la justicia civil. Nunca un país había celebrado un juicio de esa magnitud contra sus propios dictadores. Con este paso se adentraba en un territorio tan incógnito como peligroso.

Se observa la necesidad de condensar una etapa tan densa e intensa de la historia del país austral en dos horas, y hacerla comprensible para todo el público. Quizá con ello pierda algo de artístico, pero lo gana en acceso al espectador, lo cual es una buena noticia.

Darín declaró: “Atravesamos dictaduras, no solo crueles, sino difíciles de entender. Estamos muy marcados por eso, durante mucho tiempo no se pudo hablar del tema. Es muy difícil escapar a la posibilidad de que, en el ámbito cercano, alguien no haya tenido algún caso de dolor. Pero cuando se instala en una sociedad el terrorismo de Estado, lo primero que hace es anular a los ciudadanos, que no haya comunicación. Estábamos vedados de información. Los adolescentes vivíamos en una cierta nebulosa”.

Inconmensurable Ricardo Darín que, como expresa Martínez, “reinventa al fiscal Strassera hasta convertir su modesta humanidad y su ácido sentido del humor en heroicidad sobrevenida”; un trabajo ingenioso, irónico, de fiscal preocupado pero idealista, con un discurso final fascinante y espeluznante: ¡Nunca más! Muy bien Peter Lanzani como Moreno Ocampo, un personaje cuya familia militar le ha dado la espalda, horrorizada de que traicione su visión conservadora del mundo. Y un coro de actores de reparto excelentes con figuras como Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Norma Briski o Héctor Díaz.

Línea narrativa clara que asemeja el estilo “hollywoodiense”, y una puesta en escena magnífica en su ambientación, sin excesivas complejidades ni truculencias; tampoco abundancia de “flashbacks” ni derrapes emocionales. Buena música de Pedro Osuna y una gran fotografía de Javier Juliá

Peca la película de cierto convencionalismo melodramático y un uso del cliché judicial clásico. Mitre deja de lado el uso del silencio, la hondura del dilema moral o el gusto por los laberintos. Lo que importa es la claridad y denunciar la vacilación de la memoria. Pues queda el dolor, el injusto olvido del dolor. Olvidar lo que pasó en aquellas fechas fatales es humillar de nuevo a las víctimas.

En un emotivo discurso al recoger el premio del público en el reciente festival de San Sebastián, el actor Ricardo Darín, en calidad de productor, apuntó hacia la justicia poética que había detrás del reconocimiento “popular y anónimo” a una película que habla “de la democracia”, precisamente en un momento en el que sus valores peligran por medio mundo. Como para tomar nota.
Kikivall
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