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Voto de August Strindberg:
6
8,0
70.819
Animación. Fantástico. Aventuras Con el fin de curar la herida que le ha causado un jabalí enloquecido, el joven Ashitaka sale en busca del dios Ciervo, pues sólo él puede liberarlo del sortilegio. A lo largo de su periplo descubre cómo los animales del bosque luchan contra hombres que están dispuestos a destruir la Naturaleza. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2019
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estudio Ghibli es hoy día a las películas de animación lo que Dalí o Picasso fueron en su momento al mundo del arte. Tratando temas que no podían estar más a la orden del día (la relación del hombre con la Naturaleza que le rodea, la avaricia que nos hace olvidar los sentimientos de empatía hacia el resto de personas, la necesidad de recuperar una vida más sencilla y apacible, etc.) ha conseguido encandilar a un público variopinto, formado tanto por jóvenes lactantes como por intelectuales sobrecafeinados.

Las películas de estudio Ghibli no son, hablando en términos modernos, un “producto de consumo”. Su objetivo es hacernos mirar el mundo con nuevos ojos, con una renovada pureza y hacer que la parte de nosotros que añora la Naturaleza y el Amor se sienta un poco menos sola.

Lo único que es una lástima es que todavía estudio Ghibli no haya conseguido transmitirme ninguna de esas cosas con sus películas.

“¿Pero acaso no te parece hermoso la pureza del amor de Ashitaka?” Pues la verdad…
“¿No es triste la forma en que el mundo del dios Ciervo se pierde por culpa de los hombres?” Sí, triste es, … pero …

Lo cierto es que a la mitad de la película, perdí ya casi todo mi interés en ella. A los tres cuartos, pensaba en qué película vería al día siguiente para quitarme el regusto a decepción. Cuando llegó el final, lo que sentí sólo puede describirse como alivio.

Una película de Ghibli es un globo lleno de buenas intenciones. Es como un jersey precioso que te regalan por Navidad pero que te queda pequeño por tres tallas. Aun así, haces el esfuerzo, coges aire y te metes dentro. Ante las sonrisas de todo el mundo, que están orgullosos de haberte hecho ese regalo tan bonito y que lo disfrutes, tú, medio asfixiado, sientes la obligación complacerles devolviéndoles sus guiños y sonrisas mientras cuentas para tus adentros cada segundo que falta antes de poder mandar el regalo (y a ellos) al garete.

Hoy día sé que no soy el único en verlo así, pero hasta hace poco me sentía bastante acomplejado acomplejado al respecto. Vi muchas películas de estudio Ghibli buscando y rebuscando en ellas como un minero del carbón, poniendo lo mejor de mi parte y sacando de cada nuevo intento una nueva decepción. Por desgracia, siempre había alguien allí para decirme “¿Pero cuáles te has visto? Ah, bueno, es que mi preferida de Ghibli no es esa, es <Inserte aquí un título desconocido para el neófito>. ¡Míratela, seguro que te gusta más!” Y yo, inocente, me erguía de nuevo, parpadeaba incrédulo tres o cuatro veces, y, finalmente, recuperada de nuevo la esperanza, al borde de la euforia, apuntaba en mi cuaderno el título, pensando que por fin iba a encontrar mi película preferida de Ghibli.

La última vez que fui tentado de esta manera terminé viendo “La princesa Mononoke”. El resultado fue exactamente idéntico. Luego llegó alguien recomendándome “El Castillo ambulante”, si no recuerdo mal, y vuelta a empezar.

Estudio Ghibli es hoy día a la animación lo que Jesucristo a la religión occidental.

Sólo que Jesucristo se dejó tentar una sola vez y ya para el final, mientras que yo me dejo tentar todos los fines de semana.
August Strindberg
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