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Voto de Substantial23:
9
Drama Explora la relación que mantuvieron el Papa Benedicto XVI y su sucesor, el Papa Francisco, dos de los líderes más poderosos de la Iglesia Católica, que abordan sus propios pasados ​​y las demandas del mundo moderno para que la institución avance.
7 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces hay que dejar que sea la emoción la que empiece la crítica. En mi caso, solo puedo decir que Fernando Meilleres ha hecho que me trague una cinta de dos horas en la que prácticamente hay dos ancianos en escena contando sus batallas.

Es obvio que el mayor atractivo de la película es la fuerza que aportan dos personajes históricos tan influyentes. Pero ojo, no es fácil evitar hacer una película anodina, como no es fácil evitar supeditar la veracidad al morbo (a veces muy necesario en el cine) que aporta la ficción.

Es decir, que lo que se muestra es real, pero no basta con eso. Aquí Meirelles tira de oficio para traer autenticidad, palpable cuando ambos personajes muestran sus fragilidades, sus miedos (presentes y futuros), sus pecados... más aún: cuando vemos que Ratzinger es un pobre diablo (si se me permite la expresión) que ya empieza a chochear en su residencia de verano.

El hilo conductor, el único, que mueve tanto a Jorge como a Joseph, es la Fe, patrimonio del Vaticano para los católicos. Aunque uno no tarda en darse cuenta de que, en realidad, ambos papas no hablan de una Fe divina, sino de una Fe terrenal, humana, no por ello más accesible. La cinta entera sigue un proceso lineal desde la glorificación de Benedicto XVI hasta su expiación. Una expiación que a él le cuesta reconocer (o conocer) pero que ha empezado a sentir, en tanto que siente que Dios lo ha abandonado y "lo empuja para que se vaya".

Y de esto trata la autenticidad del cine: uno llega a compadecerse de un viejo alemán ex-nazi envuelto en casos de corrupción y abusos, porque se nos muestra su faceta más humana, que no es otra que la de un hombre al que se le ha negado la infancia, y por tanto mantiene intacta su inocencia. El propio Bergoglio participará de dicha expiación, y de paso se perdonará a sí mismo las culpas del pasado, para acarrear con la no fácil tarea de ser Jefe de un Estado que se desmorona por si solo.

Los Dos Papas contaba con un (¿insuperable?) predecesor estético y fotográfico en temas eclesiásticos: en este sentido los realizadores han sabido escoger lo mejor de Young Pope de forma sutil. Vemos planos donde predomina ese rojo tan bien tratado, esos primeros planos de las obras de arte que hacen las veces de alegorías, la vanitas de las joyas... De Young Pope también tiene esas canciones estridentes que saben chocar con la solemnidad del escenario.

Por último, cómo no mencionar el papel de ambos protagonistas. Acertado reparto. Todos sabíamos cuánto encajaba Jonhatan Pryce en el papel del actual Papa Francisco, y no nos equivocábamos.

En definitiva, una película para profesar la tolerancia y para abrazar y amar nuestras carencias, cosa que todos compartimos muy al margen de nuestras creencias e ideologías.
Substantial23
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