Stevens (Anthony Hopkins) es la viva imagen de un sirviente efectivo, conciente de su papel secundario -aunque útil- que se desempeña en un ambiente majestuoso, en una importantísima mansión en la campiña inglesa. Discreto, humilde, abnegado, respetuoso...todos los calificativos le caben, leal por encima de todo. Conviene resaltar la magnifica caracterización emprendida por Hopkins, un hombre cuya inteligencia se nota en la mirada pero que sabe componer inigualablemente a un ser rústico, aparentemente con pocas luces. Su vida es limitada a su función, y otros objetivos habituales en las personas, tales como casarse o formar una familia, aparentemente no se le pasan por la cabeza, y su control emocional lo llevan a desconocer alguna oportunidad en ese sentido. Su mismo padre es mayordomo y parece que su rol, lo único que interesa, lo lleva en los genes. El sirve a Lord Arlington, en cuya residencia se debaten importantísimos asuntos de estado que atañen a todo el mundo, aludidos tangencialmente, pero el no es conciente de nada y, en ese sentido, es interesante el contrapunto entre los "dueños" del mundo, y este personaje secundario que en realidad es protagonista pero al mismo tiempo un mudo e ignorante testigo. La película es buena, interesante, con un ritmo correcto y muy buenas interpretaciones. 8,50.