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España España · Oviedo
Voto de babayu:
7
Drama. Romance Tras una ausencia de treinta años, el escritor Fernando Vallejo vuelve a Medellín (Colombia), ciudad donde creció. No queda gran cosa de lo que había dejado: sus padres están muertos, una parte de la ciudad ha sido destruida, la mafia de la cocaína siembra el terror mediante bandas de asesinos... En un burdel de chicos encuentra a Alexis, de dieciséis años. Alexis forma parte de estos asesinos que matan a sueldo y que a su vez son ... [+]
25 de marzo de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barbet Schroeder es un cineasta muy peculiar: tras fundar Les Films du Lonsange, compañía con la que produjo varias de las mejores obras de la Nouvelle Vague, se dedicó a una doble carrera como documentalista y director de cine, en la que casi siempre se dejó querer por personajes de más que dudosa catadura; así, retrató para la posteridad a elementos como Idi Ami, el enigmático Jacques Berger (El Abogado del Terror), etc, y, en la ficción, también eligió a unos cuantos personajes al filo de la "normalidad" social, como Charles Bukowski en El Borracho y otro escritor, Fernando Vallejo en la que nos ocupa.
Sin meterse en escrúpulos morales, Schroeder traduce a la pantalla las vivencias autobiográficas del escritor vuelto a su Medellín natal, transformada en un Medallo o un Metrallo, según el gusto del sicario de turno. Ya no reconoce lo que un día fue su hogar, ya sea porque la ciudad ha cambiado radicalmente o por su propia evolución humana, convertido en un tipo cínico, nihilista, con una seria inclinación por la pedofilia (a al menos hacia el sexo con adolescentes, un "lolitismo" con el que el director no se mete). Vuelve, según sus palabras, a morir, no se sabe muy bien por qué, y a través de su relación con Alexis y luego con Wilmar nos pinta una ciudad terrible, donde manda quien tenga un "tote", un hierro, es decir, una pistola con la que decide quien debe morir. La historia pseudorromántica que vive el protagonista con sus dos muchachos casi es una excusa para mostrar una visión crítica de la política, de la religión, del sexo, de la sociedad, un manifiesto irreverente hacia casi todo, teñido de un pesimismo fatalista. Se suceden las muertes, los asesinatos impunes, la violencia campa a sus anchas y el escritor apenas se inmuta, incluso llega a inducir a sus chicos a "bajarse al muñeco", a defender las drogas, y cualquier vicio que les haga sentirse vivos.
Creo que el cinismo del escritor no se debe extrapolar para criticar la peli, o para pensar que lo que vemos sea una visión realista de lo que sucede en Medellín o en toda Colombia.
Por otro lado, me interesó la actuación de Anderson Ballesteros, un chaval sacado de la calle por el director, y al que se le nota el amateurismo por todas partes, pero que transmite la esencia de lo que Vallejo y Schroeder nos quieren contar. Ah, y la interpretación de Germán Jaramillo es espléndida.
babayu
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