Es una lástima que Sean Penn sólo haga una peli por lustro, ya que tiene talento para contar las cosas de una manera diferente y sumamente atractiva (sólo hay que comprobarlo en su, hasta ahora última obra, Hacia Rutas Salvajes).
En esta ocasión nos sirve una especie de thriller fuera de cualquier catalogación, en el que interesa penetrar en la psicología del personaje principal, el sheriff recién jubilado Jerry Black (un excelente Nicholson) quien, recién jubilado y con pintas de estar de vuelta de todo, se resiste a dejar escapar un último caso, en vez de retirarse tranquilamente a pescar, sin duda el mejor remedio para una soledad que se intuye y se deja asomar, pero de la cual no tenemos más datos ni explicaciones innecesarias. La particularidad de nuestro protagonista se imbrica de tal manera en la historia que resulta complicado saber hasta qué punto lo que vemos corresponde a las paranoias del cansado ex-poli o es todo real. De cualquier manera resulta fascinante ver cómo se va desarrollando la trama, cómo se presentan todos los personajes, caracterizados por un reparto de secundarios que quita el hipo, amiguetes del director que le han echado una mano en esta historia de lo más anticomercial.
También habría que destacar la estupenda fotografía de Chris Menges, y la no menos buena música de Hans Zimmer, elementos importantes pero que en modo alguno se imponen a lo que estamos viendo.