Pocas veces en la historia del Cine se ha dejado un guión tan inspirado al servicio del pueblo soberano. Y es que cuando Nora Ephron se ponía, se ponía. Tampoco se suelen aderezar los guiones con un humor tan fino.
CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY es un pequeño manual para la vida. Para la vida en general y para la vida de pareja, en particular. Después, uno es ya un experto en manejar a las mujeres que dibujan corazones en los puntos de las íes. O en comprender a los hombres aquejados a menudo por tumores de veinticuatro horas.
Es hermosa la escena en una película sobre la Amistad en la que, bailando juntos en la fiesta de Nochevieja, Harry y Sally, rostro con rostro, se muestran como una pareja que vuelve a casa tras un viaje de un millón de kilómetros: nadie es tan auténtico, ni se siente tan a gusto, como cuando se halla entre viejos amigos.
Hermosas fotografías de Nueva York -un poco a lo Woody Allen- y la decisión de intercalar música, como se intercalan las luces y las sombras en una relación, de Louis Armstrong, Ray Charles y de Frank Sinatra.
Maravillosa. Ni siquiera mi madre, disfrazada de juez germano-oriental, estaría en desacuerdo conmigo.